Por la paz de la Sicilia (VII)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 segundos para conocer a Papá

Capítulo 123 –45 6(7)

Domingo 6 de enero de 2008, a las 6h06:06 p.m.

—¡Que se jodan todos! —fue lo único que dijo.

Grieco nunca había pronunciado una palabra como esa en toda su vida. Eso hubiera denotado una exaltación impropia de él. Sin embargo, estaba muy bien dicha en ese preciso momento. Resumía bien todo lo que su vida expresaba. Es más, era de esperarse una reacción como esa; era el resultado natural de las acciones que había escogido en sus cincuenta años sobre esta tierra. Pero Grieco no debió decirlas. En ese preciso instante la justicia divina decretó su sentencia.

6h06:05 p.m.

Súbitamente los pensamientos de Grieco cambiaron radicalmente de rumbo. Dejó de pensar en el pastel, en Papá, en su cumpleaños, en el engaño y la farsa del momento, para atender a la farsa de su propia existencia. En un segundo se le pasó la película de su vida.

En ese pequeñísimo instante vio todos los grandes crímenes de su vida: los asesinatos, torturas, robos, saqueos, secuestros… y vio también algo que lo hizo sufrir aún más: conoció todo el inmenso dolor que había causado a las familias de sus víctimas y a los suyos. No sabía a dónde mirar: todo era traición, delito, asco…

Y tras mostrársele todo eso, vino la pregunta: ¿lo volverías a hacer? ¿volverías a humillar a toda esa gente o te arrepientes de tu vida? Se le había dado una última oportunidad para implorar perdón. Arriba aguardaban su respuesta.

6h06:04 p.m.

 Grieco dejó de mirar al descuartizado pastel de cumpleaños que yacía en frente suyo, bajó la mirada tratando de buscar el motivo de ese dolor tan intenso que le oprimía el pecho. Al bajarla descubrió que su camisa estaba encharcada en sangre. Esta vez no erró: era su propia sangre. En ese instante entendió que uno de los suyos lo había engañado.

6h05:57 p.m.

Entonces el cocinero rápidamente enterró los cinco dedos en la mitad del pastel y lo apretó fuertemente, como si quisiera triturar todo su relleno de fresas. De la pastosa espumilla que lo recubría salió entonces un ensordecedor fogonazo que desconcertó a Grieco. Tan extraño resultó todo, que él mismo Grieco no entendía por qué le dolía tanto el pulmón izquierdo. Al instante salió un segundo fogonazo del pastel y un dolor similar se reprodujo en su corazón. Era como si un elefante lo hubiera envestido clavándole sus dos cuernos en el pecho, quebrándole todo por dentro.

6h05:53 p.m.

Grieco no escuchó bien las palabras que el cocinero le decía tan alegremente al oído mientras sostenía el delicioso pastel con las cincuenta velas ya apagadas. Por ello Paulo Pazzatti tuvo que susurrárselas una segunda vez.

—Te traigo un regalo de Luca.

Mas como no acabase de entenderlo, Paulo añadió ya con la sonrisa desdibujada del rostro aquello que durante tantos años había querido decirle, pero no que podía sino hasta ese preciso momento.

—Hola, soy Papá y ahora voy a ajusticiar al último mafioso de Sicilia. Lo supiera o no Papá, trece segundos después llegaría la añorada paz a la Sicilia: una paz conquistada con tanta sangre, con tanto sufrimiento; pero, a fin de cuentas, una paz verdadera: una paz que durará trece largos nanosegundos.

Capítulo 123 –456(7)

Por la paz de la Sicilia (VI)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 años para conocer a Grieco

Capítulo 123 –45(6)7

6 de enero de 2008

Lo último que sucedió fue un soplido, un débil soplido que salió de los corroídos pulmones de Grieco y que no pudieron apagar ni siquiera la mitad de las cincuenta velas que posaban encendidas sobre el grande y blanco pastel que el cocinero le sostenía en frente.

—La culpa es del tabaco —se justificaba—; no fumes y vivirás largo.

Todos rieron ante la broma, incluso Grieco, aunque sentía hueca su propia alegría. Pensaba que todos actuaban, que nadie en realidad estaba contento de festejar su cumpleaños y que en el fondo nadie lo apreciaba. Solo le tenían miedo y de miedo reían. Quiso meditar a viva voz algo sobre su pasado, pero lastimosamente los eventos no lo dejaron.

 

Diciembre de 2007

Hasta el 13 de diciembre Grieco saboreó la gloria y la paz. Sólo hasta el 13, porque ese día Grieco supo por uno de sus espías que Papá aún seguía con vida. No había muerto como pensaba. Uno de sus agentes que trabajaba en Telecom había encontrado el registro de una llamada hecha por Luca el 2 de noviembre de 2007, a las 5h49 de la tarde, pidiendo ayuda a un tal “Papá”. ¡La leyenda de Papá aún pululaba!

 

Noviembre de 2007

El mes empezó mal, muy mal. Los tres rehenes que trece semanas antes había capturado habían logrado escaparse y, para colmo, de una manera bastante sospechosa. Desde ese momento Grieco comenzó a dudar de todos los suyos. Dudó de Luca, de Moore, del tipejo, del chofer… ¡hasta del cocinero! En su imaginación enjuiciaba a todos hasta por lo más absurdo. Por ejemplo, el cocinero era sospechoso por el solo hecho de llamarse Paulo Pazzatti, nombre cuyas letras iniciales sumaban: “pa-pa”. Entonces volvía a meditarlo y se convencía de lo absurdo que resultaba que un timorato cocinero que había trabajado con él tantos años, y que además tenía miedo a las armas, pudiera ser el temido “Papá”. En suma, para Grieco la vida a estas alturas era demasiado tensionante. Aunque estaba armado hasta los dientes, no hallaba ese descanso psicológico que se llama paz.

En las cavilaciones del 1 de noviembre Grieco llegó a una conclusión: los más sospechosos eran Luca y Moore. Por eso decidió probarlos mandándolos a una misión de muerte: liquidar a Doménico. Grieco hizo bien sus cálculos. O moría Luca, o moría Moore, o moría Doménico, o morían todos. Sí, Grieco lo tenía muy calculado.

El 2 de noviembre las cosas salieron lo mejor posible para Grieco. Se supo que Luca había sido un infiltrado policía y había muerto. Grieco pensaba que Luca había sido el temido “Papá”. Además, también había caído el eterno amigo de Luca, G. M. Moore. Y lo mejor de todo, el plato fuerte, es que su único rival, Doménico, había fallecido. Con ello Grieco quedaba como único e indiscutido capo de la mafia de la Sicilia. ¡Gran día para Grieco! Se hacía realidad aquella antigua idea suya de seguir creciendo, de no parar.

 

Agosto de 2007

Después de los acontecimientos del 2 de octubre de 2006 Grieco y Doménico eran los dos únicos capos de la mafia que quedaban en pie en las estepas sicilianas. Ello polarizó las tensiones entre ellos. Cada uno culpaba al otro de haber permitido una fuga de información y de albergar entre sus filas al temido Papá. La discusión fue subiendo de tono: de las palabras a las peleas, de las peleas a la purgación.

Las cuentas fiscales se ajustan en agosto, dicen en la Hacienda. Y esto fue muy cierto para las dos bandas sobrevivientes de la mafia siciliana. Primero Doménico disparó sus misiles contra la villa de Grieco. Luego Grieco secuestró a la hija de Doménico. Y entonces devino la paz: una paz de compromiso —no la mato si no me matas—; pero, a fin de cuentas, una paz verdadera: una paz que durará trece largas semanas.

 

2 de octubre de 2006

Triste día para la mafia siciliana: mueren dos capos de la Sicilia en una emboscada perfectamente tramada por la policía, mueren dos hombre que ponían orden en el norte de la región. Nadie acierta a explicar cómo la policía ha obtenido tanta información de las dos bandas mafiosas para realizar esa sorprendente jugada de jaque-mate.

 

Noviembre de 2004

Hacen falta muchos años para llegar a ser un malo, malo de verdad, tan malo como esos archienemigos del cine. Pero es posible. A Grieco le bastaron ocho años. Desde que se enroló en las filas de Doménico no había dejado de crecer en prestigio, destreza, poder y fortuna. Realizó a la perfección su encargo de proteger el sur de la Sicilia. Los impuestos que ahí recaudaba iban a sus cuentas personales que mantenía en el Banco dello Sconto.

En los últimos meses habían ingresado en sus filas varios hombres. Luca vino en octubre y más tarde se sumó un amigo suyo, George M. Moore. Al contar con más ingresos y con más hombres incondicionales pudo contratar una servidumbre mayor: más mayordomos, más empleadas, azafatas, cocineros, etc.

Todo ese crecimiento permitió que en Grieco se albergara la idea de desatarse de los lazos que lo ataban a Doménico. La independencia fue solo una idea, absurda en un principio; pero de tanto darle vueltas, tomó cuerpo. La idea dispuso sus sentimientos, sus sentimientos guiaron la razón y la razón terminó condicionando todo su futuro actuar.

 

Agosto de 1998

Contra lo que se hubiera podido imaginar un año antes, ejercer el papel de único capo de la mafia siciliana no resultaba cosa fácil. Recién ahora, cuando Doménico siente que sus fuerzas se agotan, se ha percatado de que conviene nombrar jefes intermedios que estén bajo sus órdenes. Ha cogido un mapa y lo ha dividido según la antigua partición administrativa de tres valles: el de Mazara al oeste, el de Demone al noreste y el de Noto al sur.

La sección de arriba la ha distribuido entre dos lacayos suyos, que dependerán más directamente de él. Para el sur, que está más lejano, piensa en un hombre de su entera confianza, Giovanni Grieco, a quien dará más autonomía. Es un esquema simple: tres sectores bajo una sola cabeza.

 

Diciembre de 1997

El mes que Grieco se había concedido para recaudar un dinerillo se convirtió en un año, pues las cuentas no cuadraban. Y cuando al fin cuadraron en diciembre, Grieco ya se había olvidado de todos aquellos razonamientos que había hecho a principios de año. Ahora era un personaje reconocido entre los suyos, admirado no solo por su destreza con las armas, sino también por su gran afabilidad en el trato y por su tranquilidad para resolver los problemas. Lo que más admiraba Doménico de Grieco era su porte natural para imponerse frente a los otros sin el uso de la fuerza.

Durante los últimos meses Grieco se había ganado la simpatía de Domenico y de toda su familia, a tal punto que cuando iba de visita a la casa del capo, pasaba largos ratos jugando a las escondidas con su todavía pequeña hija Ana. Grieco llegó a ser en poco tiempo uno más de la familia.

 

Enero de 1997

Después de morir Pietro Cavazzoli la vida de Grieco se volvió algo insípida. Ya nada le faltaba por cumplir, por vengar, por hacer; tampoco había razón de seguir prestando sus servicios en la mafia. Pero como la cuestión económica apretaba y profesionalmente no veía salida, no salió de la banda. Optó por una solución no tan tajante: permanecer solo un corto mes con Doménico, para recaudar un dinerillo con el que pudiera pagar las deudas de su tarjeta de crédito. «Solo un mes», decía y se repetía, pues consideraba que sería impropio de él vivir como un mafioso. «Solo un mes, hasta pagar las cuentas».

 

Junio de 1996

Grieco había heredado de su padre buenas dotes en el trato y en los movimientos. Aprendía rápido. Sin mucho esfuerzo se familiarizó con las armas y a los tres meses de práctica ya era reconocido como uno de los mejores tiradores de Doménico. Fue entonces cuando se sintió capaz de embarcarse en el más grande proyecto de su vida: matar a Pietro Cavazzoli.

Un buen día se embarcó en un convoy de trece Land Rover, y fue a la casa de su rival. Timbró su puerta y tras un intenso tiroteo acabó con la vida de Pietro Cavazzoli. Doménico estimó mucho su coraje, sobre todo porque desde entonces él quedó como único gran capo de la mafia en la región. La banda se alegró mucho, porque al fin llegaba la paz. Después de muchos años de división, la mafia volvía a ser un cuerpo compacto que imponía orden en la Sicilia.

Los hombres de Doménico reconocieron que Grieco había hecho una cosa buena y él mismo sentía que había cumplido la misión de su vida. Una vez muerto Cavazzoli, la bendita paz volvía a circular por sus venas.

 

Febrero de 1995

Grieco era una persona pacífica. Nunca consideró que el fin justificaba los medios. Se daba cuenta de que no podía mantenerse en pie una ciudad en donde todos justificaran el uso de cualquier medio ilícito para alcanzar sus fines. «¡Es un absurdo!», decía y se repetía. «Si uno pusiera su fin vital en matar al asesino de su esposa, y otro lo pusiera a toda costa en la mujer que ama y por ella violaría cualquier pacto, cualquier amistad; si un policía buscara atrapar un asesino pasando por alto toda regla, y se hiciera él mismo asesino para atrapar al malo; e incluso si alguno se propusiera el noble fin de conseguir la paz de la Sicilia y por lograrla extorsionaría, mataría, cobraría injustificadamente prebendas… ¡Sería todo una locura! ¡Nadie ganaría nada! ¡Todo sería inseguridad!» Esto decía y se repetía. Por esto Grieco nunca consideró que el fin justificaba los medios, ni tuvo tal idea sino solo hasta que la banda de Pietro Cavazzoli asesinó a su padre.

Franco Grieco murió por no haber pagado “seguridad” para su empresa y para la Sicilia. Por eso la mafia de Cavazzoli ahogó su vida en las azules aguas del golfo de Catania. Fue entonces cuando a Grieco se le olvidó la filosofía y unas enormes ansias de venganza nublaron su pensamiento. Entonces la muerte de Pietro Cavazzoli se convirtió en el objetivo central de su existencia.

A la semana siguiente Grieco se enroló en las filas de la banda contraria, la de Doménico. Esa mañana no sabía entonces cuán lejos lo llevaría su decisión.

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Capítulo 123 –45(6)7

Por la paz de la Sicilia (V)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 siglos para conocer al tipejo

Capítulo 123 –4 – (5) – 67

   Hacen falta trece siglos para conocer a ese vil ser que recorre a escondidas las calles de nuestra ciudad perpetrando abominables crímenes, a ese tipejo que para colmo de males utiliza nuestro propio nombre. Pero, ¡caramba!, me acabo de acordar que trece es el número de la mala suerte. ¡Demonios! Creo que nunca terminaremos de conocerlo.

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Capítulo 123 –4 – (5) – 67

Por la paz de la Sicilia (IV)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 minutos para conocer a Moore

Capítulo 123 – (4)567

Un triste día del año 2004, 13h13

Ya Moore no pensaba en el restaurante que administraba, ni en el precio del passito y del cannolo que debía comprar, ni tampoco en el shows previstos para el fin de semana, ni en la decoración, ni en la música… Todo aquello había perdido su razón de ser. Solo una idea movía su existencia: la venganza. En aquel instante Moore hizo el firme propósito de ir donde su amigo Luca para enrolarse en la banda enemiga de Doménico, en la banda de Giovanni Grieco. Grieco era el hombre al que debía servir de ahora en adelante, para el resto de sus días.

—Sí, sí. Me las pagarán —musitaba una y otra vez en medio de lágrimas.

 

13h07

Una hermosa mujer de ojos azules, pelo rubio y piel tostada, recostada en los brazos de Moore, hacía enormes esfuerzos por susurrarle algo, pero no podía. Ella no dijo nada de lo que el tipejo le había encomendado decir. No tenía tiempo ni fuerzas para ello. Al final simplemente repitió unas palabras que innumerables veces había pronunciado, con o sin sentimiento, en su vida.

—¡Te amo!

Pese al dolor extremo, estaba contenta de habérselo podido decir antes de cerrar los ojos para siempre, pues son muy tristes las vidas que acaban sin un «te amo». Entonces el frágil brazo que sujetaba la boca de su propio estómago languideció y cayó ya sin fuerzas. Antonella, la mujer de Moore, la que de verdad había amado a lo largo de toda su vida, había muerto.

En ese momento se agolparon en la memoria de Moore tantos recuerdos bellos y bellos… Cuando un ser querido muere, hasta las peleas y disgustos pasados se alcanzan a ver como algo bello y necesario. Ahora, junto a estos recuerdos sonaban el rechinar de las llantas de un coche que aceleraba a toda velocidad y dejaba sus huellas en el pavimento.

Moore comenzó a odiar con toda su alma a quien huía y quiso su muerte. En tal deseo se acordó de su amigo Luca y de lo que había comentado de la mafia. Recordaba que le había dicho que, bien o mal, muchos mafiosos creen sinceramente que sin la mafia era imposible que se diera la paz en la agitada Sicilia. Ahora Moore paladeaba lo cierto de tal afirmación. Deseaba angustiosamente esa paz y la paz para él era la muerte del tipejo. Con los ojos perdidos en la calle, por donde se había ido el asesino, pensó esto una y otra vez en la mafia, y volvió una vez más sobre el tema.

 

13h04

Cuando Moore escuchó el estruendo del balazo dentro de su casa, fue a ver qué sucedía. Lo primero que vio fue la sonrisa de un tipejo de chaqueta y boina negra que acto seguido le dio la espalda y salió por la puerta. Desconcertado, no supo si esconderse, cubrirse o seguirlo con la mirada, hasta que vio a su esposa caída. Instintivamente corrió hacia ella sin meditar en los riesgos.

—¡Linda! ¿Qué te ha sucedido? —gritaba.

La encontró cubriéndose con una mano la boca del estómago y con los labios temblando. Evidentemente quería decir algo, seguramente quejarse del dolor, pero no tenía fuerzas para ello. Comenzaba a perder sangre. Moore la miró, alzó la vista para encontrar una vez más al hombre de negro que caminaba imperturbable hacia la calle, donde un Land Rover le esperaba. Echó también un vistazo al teléfono pensando en llamar al médico, pero ante un gemido de su mujer perdió la noción de lo que convenía hacer y gritó de desesperación.

Intentó alzarla con sumo cuidado por la espalda. Al sujetarla y tenerla junto a sí sintió cómo cada uno de los músculos de su mujer iba perdiendo vida. Ella intentaba decirle algo, pero le faltaba el aire.

 

13h01

El timbre sonó por segunda vez cuando ya la dueña de la casa llegaba a la puerta para abrirla. Al hacerlo encontró a un tipejo vestido con una chaqueta y boina negra, mal afeitado y mal encarado.

—Vengo a dejarle un recado a George Moore… —dijo.

—Oh, está dentro. ¿Se lo llamo?

—No, no se preocupe. Basta que le diga, de parte de Doménico, que se acuerde de pagar por la seguridad de su empresa.

Entonces el tipejo abrió su chaqueta negra y exhibió el suave y delicado mango de una legendaria Colt M1911. La desenfundó y le disparó en la boca del estómago a la mujer.

Capítulo 123 – (4)567

Por la paz de la Sicilia (III)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 meses para conocer a Doménico

Capítulo 12(3)4567

2 de noviembre de 2007, 5h49 de la tarde

El agua contra incendios caía abundante del techo. Bajo ella Doménico quiso decirle a G. M. Moore que sabía lo que él había hecho por su hija Ana, que deseaba manifestarle su aprecio, que quería recompensarlo bien, pero no pudo. No pudo decirlo por una razón muy simple: en ese momento Doménico ya tenía tres balas en su pecho. A fin de cuentas Moore ya lo sabía, aunque también sabía que el viejo capo debía morir para que regresara la paz a la Sicilia. Por esa buena causa le disparó.

Moore disparó tres balas: una para matar a Doménico, otra para hacer volar por los cielos los proyectos soñados con Ana y otra tercera, la que más dolía, para vengar la muerte de su antigua mujer.

 

1 de noviembre de 2007, 5h00 de la mañana

La alegría de Doménico es grande: su hija Ana ha sido liberada. La abraza, la besa, la vuelve a abrazar. Llora. Jura venganza. Jura quién sabe cuántas cosas… ¡Pero su hija está sana y salva! La ve una y otra vez, y una y otra vez se vuelve a alegrar.

 

16 de agosto de 2007, a la tarde

El dolor de Doménico es grande: su hija Ana ha sido secuestrada. La ha perdido, no puede ya besarla, ni abrazarla. Llora. Jura venganza. Jura quién sabe cuántas cosas… ¡Pero no tiene a su hija y sabe que si reacciona mal perderá la jugada! Lo piensa una y otra vez, y una y otra vez se vuelve a amargar.

 

10 de agosto de 2007

Trece Land Rover de vidrios obscuros y gruesas llantas se plantaron frente a la apartada villa de campo de Giovanni Grieco. Como el portero no les dejó entrar, le exhibieron sus armas y, antes de que pudiera repensar su decisión o esconderse tras la garita, lo mataron. Los chicos tenían prisa.

La entrada la abrió un jeep. Enfiló a toda velocidad contra un costado de la verja y se desplomó en polvorosa. Los demás aplastaron el acelerador a fondo y lo siguieron hacia la mansión. La rodearon, estacionaron los coches, bajaron los vidrios y sacaron la artillería. Desde un coche, un tipejo mal vestido, mal afeitado y mal encarado, uno de esos que solo existen en la realidad, gritó sin dignarse a bajar del carro.

—¡Grieco! Doménico quiere verte. Dice que tú sabes algo de Papá. Ven con nosotros.

Después de un minuto de silencio contestó una voz anónima de dentro de la casa.

—Grieco no tiene nada que conversar con Doménico, ni sabe nada de Papá. Pueden largarse.

La respuesta no plació a los muchachos que rastrillaron sus armas.

—¡Maldito Grieco! ¡Maldito traidor! ¡Ahora vas a recibir tu merecido!

Las bocas pronunciaron toda suerte de improperios y las metralletas maldijeron con su estruendo a los habitantes de la casa, quienes desde las ventanas respondieron al fuego con más fuego. Los cristales estallaron, las paredes se perforaron, el polvo se mezcló con el humo, las piedras con las trizas, los casquillos con la tierra, y todo se confundió. En la calle los Land Rover recibieron cientos de balas, se cuartearon los parabrisas, se abollaron las puertas antibalas y se reventó una que otra llanta. Pero como fuese dura la resistencia, el tipejo de la boina negra amargamente gritó.

—¡Imbéciles! ¡Basta! Aquí se acaba todo. ¡Liquidemos esto!

El fuego hasta ahora era sólo una chispa, un poco de humo de distracción. Detrás de los trece coches y del humo se escondían trece hombres con trece bazucas que se dispararon. Trece misiles volaron hasta la casa y la casa voló en mil pedazos, y mientras una nube de ceniciento humo se alzaba hacia el alto cielo azul, los Land Rover emprendieron su retirada.

—¡Maldición! ¡Son unos imbéciles! —repetía el tipejo, lamentándose por no haber podido entrar a la mansión para torturar a los que ya habían pasado de esta vida a una más duradera.

 

Julio de 2007

Durante la primera mitad del año habían caído varios mandos medios de la mafia siciliana, ya en manos de la policía, ya en manos de la misma mafia. Desde los acontecimientos del 2 de octubre de 2006, y en especial desde la noticia recibida el 15 de noviembre de 2006, Doménico se había enloquecido buscando a “Papá”. «Debemos purificarnos», era su consigna desde inicios de año. Con ese motivo comenzó a eliminar de sus filas a los sospechosos. Varios empleados del Banco dello Sconto perdieron fortuitamente la vida en inexplicables accidentes, incluso algún sirviente de su propia casa también apareció ahogado en Porto di Mazara del Vallo.

Pero una purificación interior requiere tiempo, cuatro meses no son nada. A inicios de julio, cuando se pensaba que al fin la paz había regresado a las filas de la mafia siciliana, varios de sus súbditos fueron arrestados por la policía en sus propias casas. Con ello quedaba fuera de duda que el infiltrado, ese tal “Papá”, seguía vivo y seguía delatándolos. Entonces le pareció más claro que nunca que “Papá” no estaba entre su gente, sino entre la de Grieco, y decidió jugárselas todas contra su antiguo discípulo.

 

15 de noviembre de 2006

Todo había cambiado para la mafia siciliana desde el último 2 de octubre. Entonces para Doménico lo sucedido no resultaba tan malo. Por el contrario, la muerte de los dos capos mafiosos seguramente le permitiría recuperar el dominio sobre el Nord de la Sicilia, y eso era muy positivo. Pese a ello, se sentía inseguro. ¿Quién los había delatado?

Justo el día 15 de noviembre le llegó una información que le causó gran inquietud. Un súbdito suyo que trabajaba en Telecom, luego de investigar en secreto las llamadas realizadas por la policía aquel 2 de octubre, descubrió que varias mencionaban a un policía infiltrado en la mafia siciliana, a un tal “Papá”. Desde entonces comenzó a obsesionarlo la pregunta de quién era “Papá”. ¿Quién era el maldito traidor? ¿Acaso estaría infiltrado entre sus hombres, o entre los de Grieco? Su desazón era máxima.

 

2 de octubre de 2006

Triste día para la mafia siciliana: mueren dos capos de la Sicilia en una emboscada perfectamente tramada por la policía, mueren dos hombre que ponían orden en el norte de la región. Nadie se explica cómo la policía ha obtenido tanta información de las dos bandas mafiosas.

Otros capítulos: 1 2 –  (3) 4567

Por la paz de la Sicilia (II)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 semanas para conocer a Ana

Capítulo 1 (2) 34567

1 de noviembre de 2007, 0h05 de la noche

A grandes trazos, la historia de Ana acabó como acaban las buenas películas de acción: una rubia de piel tostada y grandes ojos azulados en los brazos de un héroe encapuchado que la abrazaba y la besaba, sin soltar de su mano un enorme revolver. Pero solo a grandes trazos, porque cuando Ana sintió en su espalda que las manos del encapuchado apretaban el gatillo, y más aún cuando su espinazo padeció el potente culatazo del disparo de la mágnum 45, adolorida volteó la mirada y cambió inexorablemente el rumbo de sus sentimientos. Al percatarse de lo sucedido a sus espaldas se desenlazó de los brazos del encapuchado, le dijo que era un imbécil, un monstruo, un repugnante, y se largó para nunca más volver.

Nuestro héroe quedó compungido por su mala acción. A lo lejos, en la casa, se oyeron gritos. Unos segundos después el encapuchado comenzó a andar, a trotar cansinamente hacia el lugar por donde Ana había escapado. Entonces en la perezosa persecución el hombre se frenó, alzó su magnum 45 y disparó a varios árboles cercanos a Ana. Su familiaridad con el arma le facilitaba no errar. Al fin se sacó la capucha, la tiró al suelo y suspiró. Sobre la capucha dejó activada una granada, y corrió a la caseta de la jaula. Después de la explosión trotó hacia la casa gritando que los habían atacado.

Y ahí acabaron trece semanas de miradas. Ahí acabó una breve, pero intensa, historia de amor.

 

31 de octubre de 2007, 11h59 de la noche

No siempre las noche de brujas son mágicas, pero ésta noche sí lo era. Justamente esa noche, cuando el reloj marcara las doce, Moore obtendría su redención. Las campanas iban a sonar.

Moore echó un vistazo a la más o menos lejana casa. La música de Humberto Tossi sonaba a todo volumen. Con toda seguridad Giovanni Grieco seguía pasando un buen rato en la sobremesa, charlando con sus amigos, mofándose. En el otro extremo de la casa se observaba la ventana de la cocina. El cocinero Paulo hacía esfuerzos para sacar de la boca de un horno de leña un enorme pez espada recubierto de papel de aluminio. Los esfuerzos se debían a que del horno salía más fuego y más humo que el acostumbrado.

En el bosque el panorama era muy distinto. Los robles escondían una caseta, la caseta escondía a tres guardias, y los guardias escondían a tres prisioneros. Los libres eran Moore, Luca y el pinche, ayudante del cocinero Paulo. Los prisioneros eran Ana y dos hombres que no habían ejercido bien su profesión de guardaespaldas. Eran las 11h59 cuando Moore guiñó el ojo a Luca.

—Parece que necesitan ayuda en la cocina… —comentó Luca—; me voy con el pinche para ayudar al estúpido cocinero.

Cuando Moore asintió, los dos salieron hacia la cocina de la gran casa. Apenas se perdieron de vista, Moore metió sus manos en el bolsillo, sacó las llaves de las habitaciones y abrió la de los hombres. Al verlos les pidió silencio y sin muchas palabras les señaló por dónde correr. En el acto los guardaespaldas se internaron por los señalados matorrales. Luego Moore abrió la habitación de Ana y repitió el gesto. Ella, en cambio, se detuvo.

—Ya ves, linda, una acción absolutamente buena —dijo Moore.

Ana se conmovió al oír esas palabras, abrazó a Moore, lo miró y dejó que la besara.

Mientras tanto en la cocina Luca había tenido la mala suerte. Resultó que el pinche no era tan pinche. Al llegar a la cocina observó que el fogonazo expedido por la boca del horno no tenía más importancia que la de un exceso de carbones mal acomodados y excesivamente atizados. Entonces, consideró que era deber suyo regresar a la caseta para seguir cuidando de los rehenes. Luca no supo detenerlo y en un minuto estuvo donde Moore. Descubrió las puertas de la suite abiertas y el apasionado beso de Ana. Los miró con pánico. Moore ya sabía que los pinches son siempre unos aguafiestas, unos entrometidos en las historias de amor, unos indiscretos que no saben guardar secretos; por eso, antes de que esa mirada de horror terminara en un grito, le disparó. No creo que sufriera, o al menos, no mucho.

Ana se volteó alarmada para ver lo sucedido, y al ver al pinche desplomado en el suelo, botando sangre por un grueso hueco que adornaba la mitad de su frente, se le cayó el alma a los pies.

 

24 de octubre de 2007

—Para eso están los amigos —repitió Luca tratando de sacudirse los agradecimientos de Moore.

Durante varios días habían estado buscando el momento apropiado para lo de Ana, pero ese momento no llegaba nunca. De repente, siete días antes de Halloween, se abrió el cielo. Por la tarde Grieco había manifestado su deseo de invitar a algunos amigos el 31 de octubre para divertirse con su familia en una fiesta italiana. Halloween, como todo lo gringo, es muy italiano. Moore consideró, y no le faltaba razón, que durante esa noche la música, el alboroto y la diversión facilitarían el escape de los rehenes.

Esa misma noche a la hora del sueño, cuando ambos se sentían libres para hablar sobre temas que podían costarles la vida, concretaron los pormenores de la liberación. En esa noche trazaron el plan A por si todo salía perfecto, el plan B por si algo fallaba y el plan C por si todo fracasaba. Nada podía fallar.

 

17 de octubre de 2007

Corría una hora cualquiera de la noche. Como de costumbre, la guardia era de dos. Moore que fumaba el último cigarrillo de la cajetilla y Luca que escuchaba pacientemente sus disquisiciones. Ana dormía tras las rejas de su habitación. Ello permitía que en la conversación se tocaran ciertos temas.

—¿Conoces lo que es el síntoma de Estocolmo? —preguntó Moore.

­—¿Síntoma o fenómeno?

—¡Da igual! Eso de que los rehenes les cogen aprecio a sus secuestradores. Sí, sí. Pues a mí me pasa lo contrario: esa chica me causa un no sé qué…

Luca sonrió ante la mueca de ojos perdidos de Moore. Este, para obviarlo, concentró la vista sobre su cigarrillo y lo aspiró profundamente.

—Olvídate de esa mujer. Es un imposible.

Moore ya lo sabía, pero a nadie le gusta que le recuerden sus imposibles. Luca intentó justificarse.

—Ni siquiera la ley permite que un secuestrador se case con su secuestrada. Lo dice el Código Civil.

Moore se quedó perplejo. Pensó en esa y en otras de las tantas conversaciones que había tenido con Luca durante los últimos días y expresó su admiración.

—¡Caray que sabes de leyes! ¿Dónde aprendiste eso?

El rumbo que tomaba la conversación inquietó a Luca.

—¿Cómo que dónde las aprendí? ¡Todo el mundo sabe que el secuestro es un impedimento del matrimonio! ¡Todos! ¡Parece mentira que no lo sepas! Pero, pero… —retomó con urgencia las riendas de la conversación— mejor volvamos a lo tuyo. Si algo pretendes con esa mujer, yo te apoyaré. Sí, yo te apoyaré. Sea lo que sea. Para eso están los amigos.

Luca fue astuto al decir lo que decía, pues ya intuía lo que su amigo traía entre manos. En seguida olvidó lo de las leyes. Aunque Moore intentó disimularlo, Luca sabía que había pegado en el clavo. Para hacerlo Moore regresó la vista sobre el cigarrillo y lo aspiró profundamente, pero esta vez se quedó sin fuerzas para contenerse, y mientras intentaba refrenar su risa, el humo salía por entre los dientes.

—¡Ah pillo!… Sí, sí. Ya habrá ocasión de hacer algo por un amigo. Sí, sí.

La risotada despertó a Ana y la conversación tuvo que volver a los habituales temas: la absurda política, las fuerzas de los bandos mafiosos, los últimos crímenes… ¡la paz de la Sicilia!

 

21 de septiembre de 2007

Una vez más volvieron al tema de la paz de la Sicilia, pero esta vez la conversación derivó por inesperados derroteros. Cuando Ana repetía que las actos malvados marcaban de por vida a la persona, Moore le preguntó si era posible que una persona cambiase su pasado.

—¿Es posible una redención?

Moore estaba inquieto, pues no se refería a cualquier redención. Por eso vigiló la reacción de la fémina y al ver que no entendía intentó aclararse.

—Hablo de mí redención. ¿Qué debo hacer, linda, para demostrar que no soy tan malvado como piensas?

Ana se quedó desconcertada por un momento, sin saber qué pensar. Quizá tantas explicaciones que había dado al fin habían surtido su efecto, quizá sus encantos los habían hechizado… En fin, se le iluminó el rostro y quién sabe qué habrá pensado cuando respondió lo que respondió.

—No lo sé… quizá debería ver que hicieras algo bueno —Ana acentuó lentamente la palabra y la enfatizó aún más con las manos—: algo realmente bueno, algo incuestionablemente bueno. Pero no serías capaz. Para eso hace falta ser hombre, y tú no lo eres.

Sea lo que hubiere pensado Ana al decir eso, Moore lo interpretó como una súplica de que la liberara. La única acción realmente buena que él tenía en su cabeza era liberar a un inocente. Por eso solo esbozó una pequeña sonrisa a la que siguió un gesto de condescendencia.

—Lo haré. Serás testigo.

 

19 de septiembre de 2007

Conversaciones como la de quién podía ser Papá, en qué banda se ocultaba, sobre si la mafia era buena o mala para la Sicilia, ya habían sido agotadas en aquella pequeña suite enésimas veces. Después de cinco semanas de secuestro todos repetían lo mismo, todos conocían los argumentos de oro del adversario, todos incluso sabían qué respuestas recibirían. No obstante, sin que apenas ellos lo notasen, algo había cambiado. Ana ya no lo trataba de “monstruo” a Moore, ni de “imbécil”, ni de “renegado”. Incluso hasta había mostrado algún afecto, alguna de esas muestras que las chicas coquetas dejan escapar sin querer, y que en los hombres suscitan aspiraciones mayores a las que ellas realmente están dispuestas a obsequiar.

Moore insistía en que la mafia y el secuestro, si bien malos en sí, eran necesarios para la paz de la Sicilia.

—Los hechos lo demuestran, linda. Desde que estás aquí secuestrada nadie más ha muerto. Sí, sí, quizá los medios que usamos son horripilantes, bárbaros, pero sin ellos la gente en la Sicilia seguiría matándose, haciendo justicia por mano propia. Debe existir una mano fuerte, una mano dura que ponga orden, alguien que haga lo que no hacen los corruptos jueces, ni la corrupta policía. Piénsalo, es por una buena causa.

—¡Ah! ¡Como la policía no mata a los malos, tú los matas! ¡Como el juez no hace justicia, tú secuestras! ¿En verdad crees que una buena causa justifica toda acción mala?

G. M. Moore se sacó el cigarrillo de la boca y asintió con la cabeza.

—Sí, sí. El fin justifica los medios.

Ana volvió al ataque con los argumentos que ya había expuesto siete veces.

—¿Pero no te das cuenta que las malas acciones inciden en lo que eres? No es que matas a fulano y ya pasó; ¡no!, es que te conviertes en asesino. No es que torturas a mengano y ya pasó; ¡no! La tortura no queda fuera de ti: torturando te conviertes en torturador, matando en asesino, robando en ladrón, violando en violador… —Moore ya había escuchado todo esto muchas veces y las palabras rebotaban; sin embargo, la última línea que Ana añadió sí le golpeó, y muy fuerte—: …y así no te quiero yo.

Como se puede suponer, la conversación, agotada como estaba y con los tonos cursis que tomaba, no se prolongó más. Luca prefirió retirarse a la cocina para dejarlo a Moore solo con Ana… bueno, con Ana y los otros dos rehenes. Una soledad a medias. Un par de horas más tarde regresó, cuando los secuestrados dormían. Así Moore y Luca montaron una vez más la guardia nocturna. Cada uno pensaba lo suyo en silencio: Luca en si sería descubierto algún día y Moore en la cantidad de adjetivos que había ido acumulando en su pellejo durante los últimos años: ladrón, mujeriego, torturador, asesino, mafioso… ¡Tenía para estar orgulloso!

 

20 de agosto de 2007

—Parece que al fin ha llegado la paz a la Sicilia —dijo Moore a Luca bajo las estrellas, pero no pudo acabar la frase, pues enseguida se escuchó una voz que venía desde dentro de la suite.

—¡Monstruo! ¿Quién entiende a los hombres? Por un poco de poder están dispuestos a privarse de todo, a no dormir, a permanecer intranquilos el resto de su vida, siempre con miedo a que los maten en cualquier instante… dispuestos a vivir de la mentira, de un falso orgullo, de la apariencia de fuerza… ¡todo es una farsa!

Moore no alzó la voz, ni le reprochó nada. Cuando Ana lo trataba así él callaba, e incluso asentía:

‒Sí, sí, linda.

La trataba bien no solo por sus ojos azules, ni por su pelo rubio, ni por su piel tostada, ni tampoco porque Grieco se lo hubiera pedido, ni mucho menos porque era la hija de Doménico. La trataba bien sobre todo porque Ana le recordaba a Antonella, su antigua mujer; Ana resucitaba la nostalgia de un pasado en que pudo amar a alguien y ser amado de verdad, un pasado libre de robos, sin mujeres baratas, ni torturas, ni asesinatos… ¡Qué hubiera dado por volver a aquellos tiempos!

—Mira linda, desde que te hemos secuestrado, ya no ha habido más matanzas entre nuestras bandas.

Esto fue lo último que acotó esa noche. Se quedó mirando a la Luna y la Luna también lo miró.

 

16 de agosto de 2007, a la tarde

Trece Land Rover negros de vidrios obscuros y llantas rechinantes perseguían a un Alfa Romeo Spider, escoltado por un par de Lamborgini. No fue larga la persecución, ni digna de la pantalla gigante. Pronto los perseguidores sacaron sus bazucas e hicieron volar en mil pedazos a los Lamborgini. En nada los vehículos imposibilitaron el escape del Alfa Romeo, lo encerraron y detuvieron. Se bajó el conductor, otro hombre y una mujer. No recibieron malos tratos, pero fueron conducidos con rapidez hasta los aposentos de Grieco.

—Buen trabajo muchachos —les dijo—; y tú, Ana, ¡qué gusto tenerte aquí! Espero que tu estadía en mi casa llegue a ser de tu agrado. Pondré todo de mi parte para que te encuentres a gusto durante estos días.

Ana leyó sus líneas: protestó con furia femenina e insultó repetidas veces a Grieco. Éste se entristeció. Pocos en esa estancia se percataban de lo difícil que había sido para Grieco tomar la decisión de secuestrar a Ana, la hija del banquero Domenico. Sin embargo, la paz de la Sicilia lo exigía: solo así Doménico se calmaría..

Otros capítulos: 1 – (2) 34567

Por la paz de la Sicilia (I)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 horas para conocer a Luca

Capítulo (1) – 234567

Día de los muertos. 2 de noviembre de 2007, 9h57 de la noche

Lo último que sucedió fue la entrada de los policías a la casa de campo de Luca. Como siempre, llegaron tarde. Tumbaron la puerta. Tras ella apareció tendido en el piso un cadáver sin camisa, con un papel donde se leía: “Por la paz de la Sicilia”. Al ver el cuerpo que empezaba a descomponerse, los guardias voltearon la vista y contuvieron la respiración. Repugnaba. Expedía un fuerte hedor. Las articulaciones ya estaban rígidas y el rostro pálido y desdentado. Los cardenales que cubrían su torso desnudo delataban una deshumana tortura, unos tremendos sufrimientos que no serán descritos en estas líneas.

2 de noviembre de 2007, 6h22 de la tarde

Unas horas antes del anochecer el panorama era muy distinto en el Banco dello Sconto. Sus antes verdes y floreados jardines ahora ya no lo eran tanto, pues ardían en llamas. Tales fuegos le daban un esplendor muy singular al edificio de vidrio grisáceo y al letrero en letras doradas del Banco que colgaba en la entrada. Detrás de sus puertas George Moore pretendía salir, pero sus intenciones no pasaron de pretensión. Sucedió que en el preciso momento en que tomó la decisión de salir, el edificio entero quedó a oscuras. Moore sabía quién había cortado la luz eléctrica y empezó a temer lo peor. En una milésima de segundo entraron por el tejado, por las ventanas, por las bocas de aire acondicionado docenas de camuflados de negro, botando gas delante suyo, cortando las sombras con sus láser, buscando saciar sus fusiles. Dentro de esa gaseosa oscuridad, a espasmos iluminada por las lejanas llamaradas, se rifaron balas en todo rincón. Las paredes de vidrio templado se quebraron en mil pedazos. Todo crujía, caía, se destrozaba.

Después de dos minutos de ensordecedor retumbo vino un mar de paz. Las bombillas volvieron a encenderse y poco a poco los gases se fueron disipando. La nube gris caía como un telón de teatro, hasta mostrar a sus actores: los camuflados. Se sacaban sus cascos de visión infrarroja. La obra había terminado. Conforme los gases siguieron bajando empezó a distinguirse una frente sudada, unas barbas, un cuerpo que yacía desparramado sobre unas gradas, agujereado por todos lados. Era George Moore. Su sangre caía en cascada por la escalera. Más allá estaba tirada su metralleta. Y aún más allá, apretado contra una esquina, Luca permanecía acurrucado cubriéndose la cabeza.

—¡No me mates Papá!… ¡Papá! ¡No me mates!… —gritaba Luca angustiado, temblando ese frío temblor que sólo sobreviene cuando, pasado el peligro, uno al fin se percata de cuán cerca estuvo la muerte.

2 de noviembre de 2007, 6h13 de la tarde

Es muy probable que el ejército italiano no hubiera arremetido de esa forma si, unos minutos antes, hubiera sabido lo que sucedía dentro del edificio. Durante los minutos anteriores Luca mantenía una acalorada discusión con George. Ambos sabían que si no actuaban pronto morirían.

—Está bien, imbécil… —musitó jadeante Moore, albergando quizá una tenue esperanza—; está bien, me entregaré a la policía.

Luca no le creía. Tenía buenos motivos para no creerle y así se lo dijo.

—No te creo capaz. Para eso hace falta ser honesto y tú no lo eres.

Las palabras tuvieron un efecto mayor al esperado. Moore no contestaba, aunque también las iras lo consumían. En medio del agua que caía del techo para apagar el incendio, Moore se descubría engañado por su mejor amigo. Así, mojado y humillado, sin decir palabra, se retiró de la sala con una firme decisión que cambiaría el destino de su vida.

Desanimado comenzó a bajar las escaleras, quitándose del cuello, sin prisa alguna, la correa de donde colgaba su metralleta. En la octava grada le vino a la mente el recuerdo de Ana. Pensó que lo que iba a hacer era una de esas acciones “incuestionablemente buenas” de las que ella alguna vez habló, uno de esos raros actos capaces de redimirlo, y curiosamente sonrió. Era como si la vida aún tuviera algún oscuro sentido. Luego volvió en sí. Arrimó la metralleta a la baranda de la escalera y comenzó a caminar hacia la puerta principal del Banco dello Sconto con paso lento y cansino, con intención de entregarse. Fue entonces cuando se apagaron las luces del edificio.

2 de noviembre de 2007, 6h07 de la tarde

Luca no le creía a Moore porque unos instantes antes había intentado matarlo. Sin embargo, en vez de matarlo Moore había bajado su metralleta recortada de la empapada frente de Luca y se puso furibundo a maldecirlo. Entonces Luca volvió a sentir que por su frente corría el aire y respiró.

—¡Maldición! ¡Grieco tenía razón! ¡Tenía razón! Eres un estúpido traidor.

—Sea como sea, conviene que te entregues a la policía. Será lo mejor. Luego yo haré por ti eso que te prometí. ¡Créeme, lo haré! ¡Entrégate!

Pero Moore no terminaba de prestarle crédito. Ahora sabía que Luca siempre le había mentido. Ya ninguno confiaba en el otro.

2 de noviembre de 2007, 5h49 de la tarde

Luca salió de la oficina donde permanecían esos dos diablos, Domenico y Moore, y tratando en vano de ser discreto cerró tras de sí la elegante puerta de roble. En seguida sacó su celular, como pudo lo cubrió para que no se mojara con el agua que caía del techo, marcó un número automático y esperó mirando con angustia la puerta de madera, esperando con el toda alma que se mantuviera cerrada. Al fin alguien contestó.

—Aló… ¡aló Papá!… ¡Calla y escucha! Estoy en 2P Banco Sur… Sí, con el de siempre. Creo que me ha descubierto. Si no lo capturan ustedes, me revelará a Grieco. ¡Vengan cuanto antes!

Mientras conversaba, dentro de la oficina atronó el sonido de tres secos disparos de una metralleta. Unos instantes después se abrió la puerta de roble y Moore apareció. Luca guardaba el teléfono en los bolsillos de su chaqueta.

—Doménico ha muerto ­—comentó lacónicamente mientras alzaba amenazante su UZI 16 hacia Luca—: ha muerto, sí, sí… y tú no quisiste matarlo.

Moore centró la punta de la metralleta en el pecho de Luca, pero no disparó. Le pidió que se despojara de sus armas. Sin chistar las entregó. Luego caminó alrededor suyo, meditando en las reacciones de su rostro.

—¿Sabes qué pienso? Que no eres de los nuestros.

Entonces Moore lo vio claro. Subió la metralleta a la frente de Luca, y cuando ya iba a tirar del gatillo, sonó algo que le hizo cambiar de opinión. A las sirenas de los bomberos que sonaban ensordecedoramente desde hace algún tiempo, se les sumaron otro tipo de sirenas: las de la policía. Luca aprovechó la ocasión.

—¡Escúchame! Vienen por ti. Prefieren tu pellejo muerto, que vivo. ¿No oyes? Los cables de las fuerzas especiales se están fijando en los techos, los están escalando. Estamos rodeados. No hay salida. Si vivo te prometo que testimoniaré a favor tuyo en el proceso y contaré que liberaste a los secuestrados de Grieco. Si me matas añadirás otro crimen a tu condena.

2 de noviembre de 2007, 5h42 de la tarde

La alarma de incendios hizo que los trabajadores desalojaran en un santiamén los cuatro pisos del Banco dello Sconto. Ello fue relativamente fácil y rápido porque el fuego no había llegado al interior del edificio. Sin embargo, no todos salieron. En una amplia sala de refinada decoración quedaron tres hombres. Un elegante banquero con una corbata azulada y traje oscuro, que combinaban muy bien con las esposas grises que llevaba en las muñecas. Lo acompañaba un hombre de barba, Moore, quien dejó de sujetarlo para abalanzar su torpe cuerpo contra Luca.

—Si eres de los nuestros mátalo.

Luca enmudeció sin saber qué contestar. Él no había ido al Banco para matar a nadie. Sólo pretendía colaborar con un robo. La verdad es que esa tarde Luca no estaba muy lúcido. No intuyó lo que habían tramado a sus espaldas, ni tampoco supo cómo excusarse ante la orden de Moore. No se le ocurrió nada mejor que salirse por la tangente mencionando algo sobre las sirenas de los bomberos que afuera sonaban.

—Mejor mátalo tú. Creo haber oído alguna patrulla. Saldré a verificarlo.

2 de noviembre de 2007, 8h57 de la mañana

Curiosamente la mañana del día de muertos transcurrió lo más tranquila. En una bella villa de la costa sur de la Sicilia, George Moore desayunó muy a gusto un capuchino con pane, panelle y ni sé cuántos cornetos, junto a Giovanni Grieco. Le agradaba conversar con este hombre panzón, parsimonioso en sus maneras y cálido en el trato. Hablaban del dueño del Banco dello Sconto.

—Es un mal hombre, malo… Nos ha hecho mucho daño. ¡Mucho! —se lamentaba Grieco. Su rostro de ojos caídos reflejaba bien su tristeza.

—Sí, sí, capo. Pero ya no lo hará más. Esta tarde ya no podrá dañarnos.

—Chico mío —siguió Grieco con tristeza, posando su mano sobre el hombro del compañero—, quisiera que te llevaras a Luca. Sabe de armas, sabe de tácticas de penetración, sabe de muchas otras cosas… quizá sabe más de lo que nosotros sabemos de él.

Moore dudó un momento sobre el dudoso alcance que Grieco podría haber dado a esas palabras y sintió un sinsabor.

—Sí chico. Y cuando estés en el Banco, procura que él haga el trabajo sucio —y se frenó un instante para reflexionar—; me extrañan mucho sus temores pueriles para liquidar a gente indeseable…

Entonces sí que se molestó Moore por la forma en que el mafioso hablaba de su amigo. Grieco procuró que no se exasperara mucho.

—Tranquilo chico, tranquilo. Solo es que tengo una mala espina y deseo quitármela. Después de esta tarde sabré a qué atenerme. Si no es de los nuestros, recibirá su merecido. Si todo va bien, nada habrá pasado.

Minutos después terminó el desayuno: Grieco meditando en el extraño comportamiento de Luca y Moore molesto porque habían puesto en tela de juicio la reputación de su mejor amigo.

Otros capítulo: (1) –2 3 4 5 67

Unas letras aderezadas con canciones para mi hermano


Este capítulo es un extracto del libro Filosofía explicada con canciones

Disponible en ebook y físico, en Amazon.

40 días duró el diluvio en el que la familia de Noé permaneció unida, 40 años los judíos peregrinaron unidos por el desierto y 40 son los días de la “cuarentena” con la que se aislaba a la población infectada por una enfermedad contagiosa. Y también 40 fueron los santos mártires de Sebaste que estuvieron unidos hasta la muerte. Por eso, para festejar el cumpleaños número cuarenta de mi hermano Nelson, le he compuesto unas líneas hilvanadas con las letras de unas cuarenta canciones, que con ritmo alegre hablan sobre la fraternidad.

¿Qué es la fraternidad?

La fraternidad tiene que ver con la hermandad. «Fraternidad es demostrarnos unidad / es demostrar aprecio como buenos hermanos entre tú y yo», según canta Wilfredo Yac (Fraternidad, 2018). De hecho, la Real Academia Española de hecho identifica hermandad y fraternidad[1], aunque también señala que se relaciona con el espíritu fraterno[2], del que hablaremos más adelante. Ahora nos centraremos en lo fundamental.

La hermandad es un término análogo que aplica a muchas cosas, con mayor o menor propiedad. Hermano por antonomasia es quien comparte la filiación del mismo padre y de la misma madre. Los hermanos de sangre con los que crecimos son el “analogado principal”, son el punto de referencia para hablar de cualquier tipo de “fraternidad” o “hermandad”. Luke Bryan recoge la idea cuando habla de «blood brothers closer than your next to kin», en Blood Brothers (2013). Sin embargo, el concepto se puede alargar mucho. En ciertas culturas africanas los primos primeros, los primos segundos y hasta los terceros merecen el título de “hermanos”, por la cercanía familiar que se mantiene con ellos; esto explica por qué en esas tierras la prohibición de contraer matrimonio se extiende toda esta parentela. Además, se suele hablar de una “fraternidad universal” que apela a un origen sanguíneo común, a unos primeros padres del género humano. Finalmente, también se llama “hermanos” a los amigos de años y a aquellos que han hecho algo grande por nosotros. «Tú eres mi hermano / tú porque supiste amar» (Sandra Salas, Tú ere mi hermano, 2014).

Según lo anterior, cabe decir que hermano es quien comparte el origen. Por eso, las canciones sobre el tema suelen relatar aquellas cosas compartidas en la infancia. Así Pimpinela, que ha dedicado varias canciones a la hermandad, en una de ellas dice: «cuando tú naciste, yo apenas tenía seis años (…) Y tan grande fue aquella ilusión / que como pude te tomé entre mis brazos, / ya me había olvidado que quería un hermano (…) Cuando fui creciendo buscaba estar a tu lado, te sentía grande aunque tenías 10 años, / y detrás de ti empecé a andar, / por el camino que me ibas dejando» (Hermanos, 1981).

Una buena fraternidad es la tierra fértil que los hombres necesitamos para crecer. Sin ese trato familiar armónico es fácil que se creen monstruos, porque —como dice Salustio— concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur (en la armonía las cosas pequeñas crecen, en la discordia las más grandes decaen)[3]. Toda persona necesita una atmósfera de afecto personal e insustituible para desarrollarse humana y espiritualmente. «Hermano mío yo necesito / de tu cariño de tu amor. / Hermano mío siempre es bonito / saber que alguien ora por ti» (Óscar Medina, Hermano mío, 1995). Una fraternidad bien vivida alienta, permite el florecimiento humano, hace que las potencias se abran hacia lo alto. «Tú necesitas de mí yo necesito de ti, / y estando juntos no podremos desmayar. / Si tú me ayudas a mí y yo te ayudo a ti / será más fácil en la vida conquistar» (ibid.).

Espíritu fraternal

Así como la fraternidad alude a la hermandad, el espíritu fraterno se relaciona con aquello que permite vivir bien la fraternidad. Ello implica muchas cosas. Por ejemplo, se ha dicho que «la fraternidad / es conjugar el verbo amar / y el amor trae la justicia / y la solidaridad» (Kairoi, Fraternidad, 1998). La música pop menciona las siguientes características del espíritu fraterno:

a) Compartir

Dos son las características de las que más hablan las canciones sobre la hermandad. La primera es la ayuda y la segunda el compartir. Recordamos que estás dos características también están presentes en la amistad; por eso, con toda propiedad se puede cantar que mi hermano es «my true friend» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975). En español otra canción recoge la misma idea: «tú eres mi hermano del alma realmente un amigo / que en todo camino y jornada está siempre conmigo. Aunque eres un hombre aún tienes alma de niño, / aquel que me da su amistad, su respeto y cariño» (Roberto Carlos, Amigo, 1977).

Comencemos hablando del “compartir”, del que ya hemos dicho algo. Si hermano es quien comparte el origen, vivir la fraternidad es compartir de hecho aquello que está relacionado con el origen. «Compartiremos nuestras vidas / con aquellos / que quedan siempre atrás» dice Kairoi en su canción Fraternidad (1998). Con frecuencia en la música se detallan las cosas buenas o malas, divertidas o lamentables que se comparten. «Crecimos bajo el mismo techo / con la cara sucia de tanto jugar, / no había más felicidad / que aquel cometa ver volar. / Te acuerdas hermano, te acuerdas, / supimos reír de verdad» (Marco Antonio Solís, Hermano, 1997). «Hermana / gracias por todo / por estos años de andar y de andar» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). «Al cruzar la calle te agarrabas fuerte de mi mano. / En las buenas y en las malas, siempre juntos. / Tú allá y yo acá / y yo acá. / En los juegos con pelota siempre tú salías perdiendo / para darme mil palizas por la tarde en el Nintendo» (Casi Creativo, Hermanos, 2017).

En el otro extremo, existe una pieza musicales que no necesita de palabras para expresar la fraternidad. Se trata de la octava sinfonía de Dvorak, titulada con justicia La fuerza de la amistad y la fraternidad (1889), porque contiene un mensaje simbólico sobre la fraternidad, la amistad y el reencuentro, expresado en un diálogo entre un violín y un chelo, donde un instrumento rebota en otro de manera colosal.

Vivir la fraternidad es estar disponible, acompañar, compartir el tiempo y el espacio. «Aquí está tu hermana, hoy y para siempre / cada vez que sientas que el mundo oscurece. / Hoy te pido hermana que nunca olvides / que mis brazos se abren si es que tú lo pides». «Y ¿cómo explicarle que nunca está sola?» (Victoria Solé, A mi hermana menor, 2016). Los hermanos se acompañan durante toda su corta o larga vida, buscando auxiliarse en lo que puedan. «Junto a ti aprendí a vivir / siempre del lado mejor del camino, donde no hay espinas, / porque estás conmigo…» (Pimpinela, Hermanos, 1981).

b) Apoyo

Lo que más define el espíritu fraterno es el apoyo, la preocupación por el otro mantenida en el tiempo. Hanson lo expresa de una manera muy nítida en MMMBop (1997): «And they’re gone so fast, yeah / Oh, so hold on the ones who really care. / In the end they’ll be the only ones there. / And when you get old and start losing your hair, / can you tell me who will still care?». Al final de la vida se palpa quién es nuestra verdadera familia, quiénes se esforzaron en sacarnos adelante. Estos esfuerzos fraternos puestos al origen de la vida se asemejan a los que tiene el sembrador con su viña y a la incertidumbre que guarda sobre los frutos. «Yeah yeahh, / Plant a seed, plant a flower, plant a rose. / You can plant any one of those / keep planting to find out which one grows. / It’s a secret no one knows» (Hanson, MMMBop, 1997). Solo al final de la vida se apreciará bien lo que significó cada hermano.

El hermano no es un mercenario, alguien dispuesto a lo que sea por hacerse con parte del botín. La compañía fraterna tampoco busca recompensa, ni se fija en la escala social. Un hermano es siempre un “igual”. Además, el apoyo fraterno es desinteresado. Se es hermano «en lo bueno y en lo malo, / siempre unidos, siempre a mano, / sin pedirnos nada a cambio… / Hermanos, en dulce y en lo amargo, / aprendimos a escucharnos, / y a entendernos sin mirarnos…» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Incluso podemos añadir: más que “desinteresado”, el hermano busca darse, cuidar de su hermano, cargar con sus penas y con todo él. Es literalmente lo que narra la anécdota de aquella canción que se compuso durante la Guerra de Vietnam, a inicios de los setenta. Después de un enfrentamiento bélico, un fotógrafo alcanzó a capturar la imagen de un niño que caminaba cargando en la espalda a su hermano muerto. El periodista le alcanzó a preguntar si no era mucho el peso que llevaba para poder huir; el niño le contestó con una lógica incuestionable: “No es un peso, es mi hermano”. De ahí nació la nostálgica cancion que dice: «The road is long with many awaiting turns. / That lead us to who knows where, who knows where. / But I’m strong, / strong enough to carry him. / He ain’t heavy, he’s my brother». «So long we go / his welfare is my concern. / No burden is he to bare, we’ll get there» (Neil Diamond, He Ain’t Heavy He’s My Brother, 1970; The Hollies, He Ain’t Heavy, He’s My Brother, 1970).

La fraternidad la palpan de un modo muy especial los hermanos menores. Recordemos que todos somos menores en algún sentido[4]. «Ser el más pequeño también tiene cosas buenas / ya los mayores han hecho el camino por ti. / Con los padres han tenido todas las peleas / para que tú fácilmente coseches el sí» (Casi Creativo, Canción del hermano menor, 2017). A su vez, el hermano busca aconsejar para que el menor llegue lejos. «Little brother, a ship can’t sail without the water. / The world could be yours if you want her, / but you gotta be willing to go out and get it / when you get it, keep winning» (Hootie & the Blowfish, Little Brother, 2003).

De ese apoyo del hermano mayor, del más fuerte o más afortunado hablan muchas canciones. «Oh, if the sky comes falling down, for you / there’s nothing in this world I wouldn’t do» (Avicii, Hey Brother, 2014). «Brother let me be your shelter. / Never leave you all alone / I can be the one you call. / When you’re low / brother let me be your fortress» (Needtobreathe, «Brother feat. Gavin DeGraw, 2014). «And when you’re in the trenches / and you’re under fire I will cover you. / If I was dying on my knees / you would be the one to rescue me. / And if you were drowned at sea / I’d give you my lungs so you could breathe» (Kodaline, Brother, 2017).

c) Fortaleza y seguridad

A través del auxilio fraterno se adquiere una fortaleza inigualable. «It was one for all, and all for one» (Luke Bryan, Blood Brothers, 2013). Los hermanos que viven bien su fraternidad son como una ciudad amurallada que custodia un gran tesoro familiar, por usar una expresión bíblica. En el texto sagrado se recoge el pacto que Joab hizo con su hermano Abisay cuando sitiaron Jerusalén y la defensa se dividió en dos: «si los arameos resultan más fuertes que yo, ven a socorrerme; y si los amonitas te superan, te socorreré yo. Tú sé valiente. Luchemos con coraje por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que el Señor haga lo que considere mejor» (II Sam 10, 11-12).

Se ha dicho —y con acierto— que la familia es el refugio de la persona. Eso es porque «mi hermano da todo por mi bien. / Mi hermano va siempre junto a mi. / Y cuando la paz termina en mi vida (él hace que ría y olvide mi mal» (Raphael, Mi hermano, 1968). Los hermanos son refugio ante las penas y congojas de esta vida. «Hermano mío yo a veces siento / que ya no puedo ni un paso dar, / luego recuerdo que no estoy solo / que tengo alguien en quien confiar» (Óscar Medina, Hermano mío, 1995). «Quédate hermano mío que tu sombra es / mi refugio y mi calor» (Miguel Bosé, La dame de coeur «Anak» (Hermano mio), 1981).

La hermandad es refugio y, a la vez, es aliento. «Hermano / quiero que sepas / que junto a ti aprendí a comprobar / que cualquier sueño se puede alcanzar» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). Esto nos lleva a la siguiente característica del espíritu fraterno.

d) Luz que guía y orgullo por el hermano

Cuando se tiene poca edad en esta vida, un año marca una gran diferencia en conocimientos y experiencia entre los hermanos. Cuando se crece cada persona anda su camino y desarrolla una ciencia y unas habilidades distintas. Entonces, cada hermano es mayor en algún aspecto y menor en otro. En todo caso, los hermanos menores —en edad o en lo que sea— siempre pueden decir: «You took me halfway round the world. / I’m running out of time and reasons» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975). El hermano mayor se convierte entonces en una luz que guía el camino, en un ejemplo a seguir. «When I grow up, I’m gonna be happy and do what I like to do, / like making noise and making faces and making friends like you. / And when we grow up, do you think we’ll see / that I’m still like you and you’re still like me» (Diana Ross, When we Grow up, 1973).

El espíritu fraterno está vacío de envidia. Muy por el contrario, exulta con el éxito ajeno, se alegra con sus alegrías. «Desde que llegaste tú / sé que nunca estaré solo / y no quepo en la piel del orgullo que siento por ser… / tu hermano», canta Casi Creativo (Hermanos, 2017). La mirada se complace en los aspectos buenos de nuestra familia. «Mi hermano, sé que es mejor que yo / es todo bondad, es todo dulzura» (Raphael, Mi hermano, 1968). Y en este contemplar nace la paz fraterna, la luz y la guía. Una canción que Eduardo Verástigui dedicó al Papa Francisco lo expresa muy bien: «es tu bondad un ejemplo que abre fronteras y quita los miedos» (Making of «Hermano del Alma», 2019). También al papa Juan Pablo II se le cantó miles de veces: «Tú eres mi hermano del alma realmente un amigo» (Roberto Carlos, Amigo, 1977).

Pero volvamos al tema del orgullo de tener un hermano. Del hermano solo se puede desear que llegue lejos en la vida, que tenga lo que suele llamarse “éxito” —que es poco— y mucho más. Por eso se le canta: «vuela alto hermano mío / que en tu vuelo toco al fin la libertad» (Miguel Bosé, La dame de coeur «Anak» (Hermano mio), 1981). Hablemos, pues, de la libertad.

e) Libertad y alegría

La fraternidad y la libertad están misteriosamente unidas en el escudo francés, donde se recoge el lema revolucionario: «libertè, egalitè, fraternitè, ou la mort». También la libertad y la alegría van siempre unidas. Están tristes los que son esclavos de un mal, de algo que no desean y de lo que no se pueden liberar. Entonces es preciso “reconquistar la libertad”[5]. Tal unión está espléndidamente recogida en un poema de Goethe, al que Ludwig  van Bethoven le dotó de notas musicales: «¡Disfrutemos la libre manera / y verdadero espíritu fraternal! (…). No nos vuelven temerosos, / los altibajos de la vida» (Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

La hermandad siempre se mira como un regalo divino. «Como hermanos somos felices / como hermanos Dios nos bendice» (Wilfredo Yac, Fraternidad, 2018). Da mucha alegría tener un hermano. Se dice que las alegrías familiares se multiplican por el número de sus miembros. «Cuando tú naciste, yo apenas tenía seis años, ¡qué gran alegría! ¡pronto tendría un hermano!» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Las mejores cosas no se pueden enclaustrar en el alma, es necesario compartirlas con otro. Por otro lado, las alegrías compartidas se multiplican. Más chistoso es el chiste cuanta más gente se ríe: entonces nos reímos del chiste, de la cara de uno, del sonrojo del otro…[6] Pero si no hay a quien contarlo, es una pena. De hecho, muchas alegrías se transforman en penas cuando no hay a quien comunicárselas. Las mayores alegrías de la vida salen por los poros: se baila, se canta, se declaman poesías y se hacen cosas simpáticas, la propia casa se reviste de alegría y todo se llena de símbolos festivos. Las mayores alegrías se conmemoran anualmente. Por eso cada año se celebra la incorporación de nuevos miembros a la familia (los cumpleaños, donde se festeja el nacimiento del hermano). Otras alegrías menores no se recuerdan anualmente.

La familia es el lugar donde uno se halla, donde se puede ser uno mismo, donde no hace falta aparentar. Ahí no hace falta ser un showman capaz de impresionar positivamente al público. Basta ser uno mismo, con su propio humor. «De mis payasadas siempre te reíste / fueran graciosas o no: / casi siempre no», dice la canción Hermanos (2017) de Casi Creativo. Hay payasadas y cosas que solo se pueden decir entre hermanos. También hay cosas duras que solo se comparten entre ellos. «So we make jokes back home, and we lighten the mood» (Brand New, Brother’s Song, 2015).

La alegría se puede expresar de muchas formas: diciendo “estoy alegre”, cantando, bailando… Las letras escritas sobre la hermandad suelen mencionar estas acciones. «En este largo camino de a dos / fuimos creciendo con cada canción» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). «Cuando escucho a mi hermano cantar / quisiera una copa llena de licor; / quisiera un momento olvidar el dolor; / que pasen las penas y sentirme feliz / al lado de mi hermano / con quien he batallado / para poder vivir» (Los Hermanos Zuleta, Mi hermano y yo, 1999). Las canciones cantadas en la juventud nos vuelven a unir a nuestros hermanos y son como un flashback de la vida. Por eso se han de entonar «las canciones que mi pueblo ha de cantar, / para unir la humanidad» (Ariel Benitez, La canción de la hermandad, 2007). Y quien canta, baila. «I can assure you when you’re my age you’ll learn from all you’ve left behind / You’ve got to dance little sister don’t give up today / Hang on till tomorrow I don’t wanna hear you’re late» (Terence Trent D’Arby, Dance Little Sister, 1987).

La libertad y la alegría se expresan bien en el juego. Fue con “los nuestros” con quienes primero jugamos. «Me and baby brother / used to run together (…) Used to run together / welcome one another / headed for the corner (…)  I remember the day / we used to fight together» (War, Me and Baby Brother, 1973). Esto es más grande de lo que podría parecer a primera vista. El juego es por antonomasia una actividad libre, lo más opuesto al “trabajo servil”, a aquella labor realizada por obligación, por contrato, para ganarse la vida (para sobrevivir). El juego es fin en sí mismo y fin último: no se juega para nada. El juego no es un medio para conseguir alguna otra cosa, sino que simplemente se juega por jugar. Polo decía que «el juego es la fiesta. ¿Dios qué es? La gloria, y la gloria es la fiesta suprema, la fiesta pura, la fiesta absoluta. ¿Y la fiesta absoluta qué es? La libertad absoluta. ¿No tengo nada que hacer? Pues vamos a pescar, decían los Apóstoles. Pues en el cielo se nos ocurrirá jugar. ¿Eso es movimiento? Sí, ¿pero qué movimiento? ¡Un juego absoluto!, una fiesta, una fiesta interminable».[7]

Aunque no tiene un fin concreto, en el juego —en el verdadero juego— se crece. Esto ya sucede con los animales. Así, por ejemplo, los cachorros de los leones jugando aprenden a cazar. En los juegos humanos se aprende a desenvolverse, a tratar a los demás. «La emoción / de este sueño que nació / cuando éramos pequeños y jugábamos a actuar y a cantar. / Hoy podemos celebrar / nuestras voces por el mundo» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). Las minúsculas carreras que corrimos de peques nos entrenaron para otras corridas más arduas con metas más exigentes. Vistas bien las cosas, la final todo en la vida es un simple juego que hay que saber jugar para volver a la casa paterna.

Problemas fraternos

Todo en este mundo es vidrioso, todo se puede romper. También la amistad y el espíritu fraterno se pueden resquebrajar. En la niñez ya aparecen ciertos desajustes y rencillas; en la madurez de la vida estas nimiedades normalmente se superan y, con un mínimo de buen ánimo, hasta causan risa. En la letra de Canción del hermano menor (Casi Creativo, 2017) se enumeran algunos de estos problemillas:

«Esta camiseta era de mi hermano Enrique

Estos pantalones eran de mi hermano Andrés

Estas zapatillas me lastiman el meñique

Todo es heredado, nunca nada lo estrené

Todos mis libros de texto vienen subrayados

Llenos de dibujos que yo nunca dibujé

Ya todos mis profesores me tienen calado

La fama de sus hermanos le precede a usted

Si yo no soy veloz, no me dejan comer

Si yo no soy veloz, no me dejan hablar

Si yo no soy veloz, no hay tiempo de opinar

Para solucionar estos problemillas muchas veces basta “no escandalizarse”, no manifestar repugnancia por las pequeñeces que encontramos en todo ser humano. Dejemos a las lagartijas que se coman los minúsculos insectos, y pongamos nuestra atención en aquello que de veras tiene valor. Reírse un poco de estas estupideces alienta y anima a nuestros hermanos. Entonces se podrá cantar con Goethe y con Beethoven «nuestra fraternidad que ha quedado / limpia de mezquindades insignificantes (…). Los desacuerdos malhumorados / nunca desfigurarán nuestra alegría. / Libres de afectación, / nuestros corazones laten en libertad» (Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

Rara vez los problemas realmente tienen entidad. Piénsese, por ejemplo, cuando un hermano le quita la novia a otro. Entonces la única salida para salvar la fraternidad es perdonar de corazón. «Hermano, por qué me robaste / lo que más quería, / hermano que como un chiquillo / me haces llorar. / Hermano, no sabes la pena /que llevo en el alma / que pienso que un día / el Rey de los cielos / te perdonará» (Luis Lucena, Hermano, 2015).

Si los problemas familiares no se solucionan, entonces se mina nuestro origen, se cortan las raíces y el árbol comienza lentamente a morir. Al cortar con la familia, «en un inicio la sensación puede ser de libertad, pero luego asalta el desconcierto: ¿para dónde ir? Y más tarde, cuando los vagones se tambalean y el camino se hace fatigoso, cuando no imposible, se percibe que los límites impuestos por los rieles valía la pena asumirlos»[8]. La tierra de siembra que era la fraternidad se transforma en un pequeño infierno donde lo demoníaco comienza a ser lo “natural”. El Apóstol decía que «en esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia, no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano» (1 Jn 3,10). Me parece que todo esto se expresa asombrosamente en una triste canción sobre una hermandad rota: «it’s in our nature to destroy ourselves / It’s in our nature to kill ourselves / It’s in our nature to kill each other / It’s out nature to kill, kill, kill» (Papa Roach, Blood Brothers, 2000).

Aparte de estos conflictos internos, existe otro género de conflictos de orden externo que toda fraternidad ha de afrontar. El primero es la salida de la casa paterna. «Mas vino un tiempo más difícil / y salimos todos la vida a buscar» (Marco Antonio Solís, Hermano, 1997). Aunque no se quiera, ello ocasiona un cierto distanciamiento. «So far / cross a wild and windy sea. / So far / that our voices are divided by an ocean» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975).

Pero en realidad lo que la distancia y los años hacen es aquilatar mejor el valor de la hermandad. «El reloj no para, ya han pasados años / y de a poco a ti te has ido encontrando / sigues siendo aquella que tanto quería / que hoy tanto quiero y querré cada día» (Victoria Solé, A mi hermana menor, 2016). Aunque medien distancias muy grandes, los hermanos permanecerán unidos. «‘Cause now we say goodnight / from our own separate sides, / like brothers on a hotel bed» (Death Cab For Cutie, Brothers On A Hotel Bed, 2005).

La fraternidad en el tiempo

Para bien o para mal, las relaciones familiares permanecen en el tiempo. No sé si han reparado cuán absurdo resulta hablar de un “ex–hermano”, de un “ex–padre”, un “ex–abuelo” o un “ex–tío”[9]. El tiempo es la prueba de fuego que realmente define quién es nuestra familia. Vale aquí recordar de nuevo la canción de Hansom: «Yeah. / You have so many relationships in this life / only one or two will last / you go through all the pain and strife / then you turn your back and they’re gone so fast» (MMMBop, 1997).

La hermandad permanece siempre. «Time can fly on by, / everything can change / until the day we die. / We’ll always remain / we’ll remain. / Yea yea yea» (Luke Bryan, Blood Brothers, 2013). Pueden pasar los años, pero la verdadera hermandad siempre conservará el origen común como un tesoro. «‘Cause I’m not who I used to be / no longer easy on the eyes. / But these wrinkles masterfully disguise / the youthful boy below» (Death Cab For Cutie, Brothers On A Hotel Bed, 2005). La perdurabilidad fraterna es como un misterio divino, pues solo Dios puede producir cosas eternas. No es raro, por tanto, que varias canciones den gracias al Ser omnipotente por la hermandad. «Le agradezco a Dios, el poder seguir / a cada paso contando contigo» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Goethe, incluso, expresamente atribuirá a Dios el don de la perdurabilidad. «El Dios que nos trajo hasta aquí / nos mantendrá muy unidos / y renovará la llama / que ha encendido (…) Lo viejo sea nuevamente renovado!» (Goethe – Ludwig  van Beethoven, Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

La pregunta más profunda que se puede hacer en la materia se puede formular así: ¿por qué Dios creó la hermandad? O, en términos laicos, ¿para qué sirve o para qué existe la hermandad? Quizás la respuesta nos la da Kodaline, cuando canta: «We’ve taken different paths / and travelled different roads / I know we’ll always end up on the same one when we’re old» (Brother, 2017). La hermandad es la tierra fértil para nuestro crecimiento, para desarrollarnos bien, para alcanzar nuestras metas… en definitiva, para ser felices y realizarnos como personas. Los hermanos siempre nos ayudan a llegar a un buen final.

Queda, por tanto, una última pregunta: ¿cuál es ese “buen final” de nuestra vida, al que nos impulsan nuestros hermanos? Si indagamos en la música, encontraremos que varias canciones nos hablan de la casa paterna. Veamos estas tres canciones. «What if I’m far from home? / Oh brother, I will hear you call.  / What if I lose it all? Oh sister, I will help you out» (Avicii, Hey Brother, 2014). «Bring you home (…) I ain’t made for a rivalry, I could never take the world alone. / I know that in my weakness I am stronger / It’s your love that brings me home» (Needtobreathe, «Brother feat. Gavin DeGraw, 2014). «These mist covered mountains / are a home now for me / but my home is the lowlands / and always will be. / Someday you’ll return to / your valleys and your farms» (Dire Straits, Brothers In Arms, 1985). Nacimos en familia, nuestros hermanos nos ayudan a permanecer en la familia, para finalmente unirnos todos en una familia más grande y superior, donde nuestras alegrías se multiplicarán por el número de miembros, de “hermanos”, que haya en esa nueva familia.

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Cambridge, 29 de junio de 2020

Cumpleaños de mi hermano Nelson


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[1] RAE, diccionario, definición 2.

[2] RAE, diccionario, definición 1: «Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales».

[3] La frase de Salustio consta hoy en el lema del club Deportivo Lacio.

[4] Santo Tomás comenta que «en cualquier hombre existe algún aspecto por el que los otros pueden considerarlo como superior, conforme a las palabras del Apóstol ‘llevados por la humildad, teneos unos a otros por superiores’. Según esto, todos los hombres deben honrarse mutuamente» (Summa Teológica, II-II, q.103, a. 2-3).

[5] La idea y la expresión es de Mons. Fernando Ocáriz Braña.

[6] La idea consta en C.S. Lewis (1960). The Four Loves, Londres: Collins, capítulo IV.

[7] Leonardo Polo (2007). Persona y libertad. Barañáin: Eunsa.

[8] Ricardo Yepes Stork y Javier Aranguren Echevarría, Fundamentos de Antropología, 5ª ed., EUNSA, Pamplona 2001.

[9] Hoy la cultura divorcista ha introducido la palabra “ex–mujer” o “ex–marido”, lo que no es sino fruto de una trágica y malformada concepción de la familia.

Un poco de filosofía y de música sobre mi padre


Este capítulo es un extracto del libro Filosofía explicada con canciones

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Es fácil imaginar para quién escribí este escrito y en qué día: para mi padre en el día del padre. Un breve escrito para festejar su día, sobre lo que los artistas dicen sobre la paternidad, y para reflexionar sobre el sentido de la vida.

Un misterio eterno

Al hilo de unas cuantas canciones dedicadas al padre hilaré, en este gran día del padre, unas cuantas reflexiones sobre aquel misterio magno y eterno de la paternidad. Verdadero misterio, verdaderamente eterno. Misterio porque el Hijo es igual al Padre, pero no es el Padre. Misterio longevo, con más años que el mismo universo, misterio eterno que ya existía desde antes de la creación. De todos los misterios, este es el más antiguo y, quizá, el más profundo.

El misterio rebrota en cada planta que germina, en el nacimiento de un polluelo, restalla una y otra vez en la mirada del niño que abre sus ojos al mundo, y destella en cada padre que ve a su hijo. «Cuando hay un encuentro de dos almas trae luz», dicen Los Fabulosos Cadillacs (Vos Sabés, 1999) hablando de encuentros y desencuentros entre padre e hijo. Y así es como cada hijo que ve la luz de su padre, de alguna manera intuye el origen de todo, la luz divina.

Comencemos a meternos en el misterio. El padre y el hijo, para serlo, han de ser iguales en algo o en algún sentido. Sin esto, no hay paternidad posible. «En el fondo tu y yo somos casi igual», canta Enrique Iglesias a su padre (Quizás, 2002). «Soy espejo de su rostro» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013). «Estas en mi vida, / estas en mi sangre, / ejemplo figura / de todo mi ser» (Julio Jaramillo, Padre mío, 1976). «Yo soy tu sangre, mi viejo» (Piero, Mi viejo, 1969). Obsérvese cómo en las canciones la igualdad principalmente se da en el rostro vivo y en la sangre, que es el principio vital. En efecto, lo propio del padre es dar la vida al hijo. Sin ese principio vital el hijo no es nadie.

Pero la igualdad padre-hijo no es casual, sino causal; no es fruto del azar, sino que tiene un fin; no es una mera externalidad, pues deja una huella en el ser. En el fondo, es fruto del “darse” del padre. Los animales vivos dan parte de su ser para formar otros seres vivos. Esto es evidente en las lombrices, que al partirse forman dos seres vivos, pero también se da en los mamíferos y en todo ser vivo. Cuando el darse no se produce por instinto, sino de manera libre, el darse se llama “amor”. Esto es palpable en la música. «Todo me lo has dado, / todo a manos llenas, con amor; / siempre has trabajado, / luchando para darnos lo mejor» (Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003). Los mejores padres son los que más se dan: dan a los hijos la vida, su trabajo, sus bienes, su conocimiento… todo lo que son y poseen.

Aunque padre e hijo son iguales, a la vez va por descontado que son distintos, “radicalmente distintos” diría Leonardo Polo. Y la primera nota de distinción es la anterioridad paterna. En las canciones se suele recurrir a la expresión “viejo” y a recordar que pertenece a tiempos pretéritos. «Yo lo miro de desde lejos / pero somos tan distintos, / es que creció con el siglo / con tranvía y vino tinto»; «yo tengo los años nuevos / mi padre los años viejos» (Piero, Mi viejo, 1969).

La anterioridad paterna genera una posición muy concreta ante los hijos: una ventaja en la experiencia. No en vano, la mitad de las canciones dedicadas al padre hablan de su cuerpo desgastado por los trajines de la vida, «de arrugas marcadas, por el tiempo, / recuerdos de antiguas, victorias» (Roberto Carlos, Mi querido mi viejo mi amigo, 1988). «Tiene la tristeza larga / de tanto venir andando» (Piero, Mi viejo, 1969). «Hoy surcan en su frente / años que no volverán; / su piel se ha marchitado / en su largo caminar, / de plata su cabello / el tiempo lo pinto» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013). Así justamente se pinta en la iconografía cristiana al Padre Eterno: con arrugas pronunciadas en el rostro, con una barba larga y mansa, con escaso pelo blanco. De alguna manera, eso es ser padre. Pero como ser padre es sobre todo darse —“darse” en presente, lo que implica darse continuamente—, el padre siempre busca dar su experiencia a los hijos. Esa idea aparece en casi todas las canciones que los padres cantan a los hijos; entre las más célebres esta la de Cat Stevens (Father and son, 1970): «It’s not time to make a change, / just sit down, take it slowly; / you’re still young, that’s your fault, / there’s so much you have to go through». Para bien o para mal, el padre invita al hijo a que atienda lo que él ha vivido. «Look at me, I am old, but I’m happy».

La anterioridad paterna tiene como contrapartida la posterioridad del hijo. Los hijos, al menos los buenos hijos, los que han sabido serlo, perpetúan al padre. «Yo soy tu sangre, mi viejo; / soy tu silencio y tu tiempo» (Piero, Mi viejo, 1969). «Aun en la distancia / a mi lado tu estarás / pues llevo tu semilla / dentro de mi corazón» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013).

Un norte en la vida

A lo largo de la vida todo hijo se mira en el espejo de sus padres. Bonilla lo dice tal cual: «soy espejo de su rostro / así lo quiso Dios» (Para ti papá, 2013). Al inicio quizás nos fijamos más en los rasgos físicos: se ve cómo el recién nacido copia la nariz del padre, sus ojos, su color de piel… Más tarde nos percatamos de que también se han heredado la forma de reírse y ciertos gestos. Con el tiempo aparecen de otras identidades más profundas —virtudes y defectos—, y nos damos cuenta de que el padre ya ha recorrido el camino que el hijo comienza a andar. Por eso resulta tan natural, especialmente ante las incertezas de esta vida, ir y volver a la figura paterna. «Vos fuiste mi guía / en todo camino, / sostén de mis pasos, / mi estrella, mi Sol. / Vos fuiste maestro / vos sos el amigo» (Julio Jaramillo, Padre mío, 1976).

¿Saben cuál es la frase original que más he encontrado en las canciones dedicadas a los padres? No me lo esperé nunca: «eres mi héroe» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013; Los Tres Tristes Tigres, Mañanitas para papá, 2016; Victor Manuelle, Algo le pasa a mi héroe, 2015; Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003, etc.).

A nadie extraña que se quieran pisar las huellas dejadas por el padre que supo serlo. Al buen padre hay que seguirlo. «Quiero ser reflejo de tu valor y tu cariño (…). / Tu ejemplo seguiré, / tus consejos yo recordaré» (Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003). Y al padre se lo sigue desde muy temprano en la vida. Topo Gigio cantaba: «yo quiero ser como mi papá, / me haré un bigote con la crema de rasurar; / su corbata y sus zapatos me pondré, sí, sí, / y me iré, como él, a trabajar»; «Con una escoba haré una caña de pescar, / y, como él, yo pescaré; / haré mi bote con la tabla de planchar» (Topo Gigio, Yo quiero ser como mi papá, 2007). ¡Juegos de niños que expresan realidades muy hondas!

Incluso se podría decir más. El hijo no solo quiere seguir al padre, sino estar con él siempre, “descansar” en él toda la eternidad. «You were the place that I could always rest my head» (Sarah McLachlan, Song For My Father, 2014). Esto es como el fin de la existencia humana, la razón más profunda de la persona. Por eso lo que más se aprecia y da alas en la vida es la unidad con la figura paterna. «Father, son / locked as one / in this empty room. / Spine against spine, / yours against mine, / till the warmth comes through» (Peter Gabriel, Father, son, 2000).

Buenos y malos hijos

Son sumamente tristes las canciones del hijo que rompe con su padre, tan tristes que preferí dejar de escucharlas y no me he animado a recogerlas en este escrito. ¿Por qué son tan tristes? Porque si el padre es padre por haber entregado el principio vital al hijo, el hijo tiene menos vida cuando rompe con el padre. El rompimiento con el padre es una especie de suicidio, sin duda un tipo de muerte. A su vez, el hijo puede frustrar esa paternidad, cuando no acepta lo dado.

Sin embargo, en esta vida siempre se podrá volver a la casa paterna, reconociendo nuestros pecados, diciendo  «I lay down next to your boots and I prayed / For your anger to end/ Oh Father I have sinned» (Madonna, Oh Father, 1989). Como por instinto, como el agua busca al mar, el hijo siempre busca volver a la casa del padre y permanecer ahí eternamente. «Hoy tengo que decirte papá / el tiempo nada cambiara / estaremos siempre juntos / todo el tiempo sin parar» (Timbiriche, Hoy tengo que decirte papa, 1999).

Si los cantantes y poetas no pueden agradecer a sus madres como se merece, más que con frases como las transcritas, yo menos. Bastará por tanto repetir, al menos al final de este escrito, lo que las mejores voces y poetas han escrito: ¡Feliz día papá!

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Atlanta, 21 de junio de 2020


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Literatura cotidiana: emails, sms, posts, excusas, felicitaciones…

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba.
 

Hoy se escribe más que nunca, pero cada vez con menos rigor: SMS, blogs, posts, chats… se redactan como sea. Contra lo que se pudiera esperar, la abundancia de letras no ha mejorado la calidad literaria, ni la originalidad, sino que ha empobrecido la ortografía, la sintaxis, el estilo y el contenido. No hay nada nuevo. Todo son clichés.

Contra esta chabacana ola postulamos la aparición de un nuevo género: el de la literatura cotidiana. ¿Por qué no escribir con gracia un SMS, un post o un email? ¿Por qué no preparar con cuidado un brindis, una excusa, una tarjeta de cumpleaños, de Navidad o de aniversario? ¿Por qué no dar a nuestros dichos y palabras cotidianas un ritmo más cadente y un aroma más fresco?

Después de examinar en diversas fuentes, aquí recogemos algunos pocos intentos de literatura cotidiana que nos han gustado.


Sumario


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Excusas

1. ―Por favor, diputado, limítese a responder sí o no.

―Usted me pide un sí o un no, pero yo le daré más que eso, porque usted se lo merece. Sobre el tema, lo primero que habría que decirque es (…)

(Pregunta formulada a un político italiano).

2. ―Quedas, pues, invitado a la reunión del jueves. No me falles.

―Amigo, me llena de contento tu invitación. Tanto me entusiasma que yo mismo me haré promotor de esta iniciativa. Cuenta con todo mi apoyo.

(Expresión usada en Italia, donde no se ha dice que no se irá. Otra típica allá es «haré saltos mortales para» poder asistir…).

3. ―¿En cuanto a las pérdidas económicas de la empresa, podría decirnos quién considera que fue el responsable?

―Disculpe, es que no oigo bien. ¿Las pérdidas económicas? ¿El caso de la empresa? Sí, sí… El caso es muy complejo, porque como sabe las pérdidas se arrastran desde hace una década y muchos factores han intervenido: las cosechas, la baja de los precios…

(Con le excusa del oído los mayores no contestan a las preguntas indeseadas).

4. ―Perdón por el atraso. Estuve sentado leyendo una increíble novela y media hora me parecieron dos minutos… La culpa no es mía, sino de Einstein.

(Siempre es fácil echarle la culpa a otro, más aún si está muerto).

5. ―Me abdujeron unos extraterrestres e hicieron experimentos conmigo. Por suerte sobreviví, pero lamentablemente no pude ir.

(Cuando no hay salida, mejor es bromear).

6. ―No, no era cierta la anécdota, ¡pero nadie me negará que era buenísima!

―¿Nunca he comprendido por qué debemos arruinar una espléndida anécdota por la tediosa exigencia de la rigurosidad histórica?

―Las anécdotas son como el buen vino: van mejorando con el paso del tiempo.

(Cuando se evidencia nuestro error, una vez más lo mejor es cerrar el asunto riéndose de uno mismo).

7. ―No tengo excusa. La próxima intentare hacerlo mejor.

(Casi siempre la mejor excusa es la más humilde: reconocer las propias faltas. Da muestra de sinceridad, de caballerosidad y de honradez humana).

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Felicitaciones de cumpleaños y aniversarios

1. Llevo 364 días de este año preparando una sorpresa especial para tu cumpleaños, pero… / ¿creerás que justo el día 365 me olvidé?

¡Perdóname! ¡Feliz cumpleaños atrasado!

2. Que tengas un día lleno de amigos, sorpresas, alegría, jolgorio, bromas, bombones, hamburguesas, pinchos, helados, torta, velitas, globos, guirnaldas, adornos…. / cornetas, letreros, flores, películas, salidas, bolos, fútbol, básquet, música, baile… y me quedo corto, y me faltan palabras, y no sé cómo expresarte que te deseo lo mejor.

3. Si no te regalo nada este año no te ofendas, estoy ahorrando para el próximo. ¡Feliz cumpleaños!

4. Cumplir años tiene una desventaja y una ventaja: no ves las letras de cerca, pero a los idiotas los ves desde lejos.

5. Espero que tu fiesta de cumpleaños sea tan divertida, ¡que se convierta en un acontecimiento anual! Feliz Cumpleaños.

6. Hoy celebramos que eres un año mayor… pero no te preocupes que estás mucho mejor. Felicidades por tu cumpleaños.

7. Cuanto más se envejece más se parece la tarta de cumpleaños a un desfile de antorchas.

8. No te preocupes si las velas son muchas, podemos llamar a los bomberos para ayudarte. ¡Feliz cumpleaños!

9. «Lo que importa no es cuantos años acumulas en la vida sino cuanta vida se ha acumulado en esos años» (Abraham Lincoln).

10. Que lo mejor de tu pasado sea lo peor de tu futuro. ¡Feliz cumpleaños!

11. Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos. Tú estás… de rechupete! ¡Felicidades!

12. No cuentes los años, cuenta toda la gente que te queremos y nos acordamos de ti en este día tan especial. ¡Feliz Cumpleaños!

 13. “Los cumpleaños son muy buenos para tu salud. Las estadísticas demuestran que los que tienen más cumpleaños son los que más viven» (Larry Lorenzoni).

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Frases para otras ocasiones

1. Dicen los filósofos, la gente sabia y de gran experiencia

que las alegrías son dobles cuando se viven con otro /

¡Gracias por estar siempre a mi lado!

¡Tu amistad me multiplica!

.

2. Ha pasado un año,

ha pasado una vida,

ha pasado lo que ha pasado,

ha pasado lo mejor. /

Y así pasa la vida,

y así pasan los años,

y así paso pensando

lo mucho que te he amado.

.

3. Para el mundo eres alguien, /

pero para mí eres el mundo.

.

4. Va mi vida doblada en el pliegue de esta tarjeta. /

Puedes abrirla, romperla y botarla,

aunque también puedes cerrarla y guardarla.

Ahí va.

..

5. Sobra decirte que me faltan palabras…

Quizás el silencio lo exprese mejor: /

el silencio junto a una mirada,

una mirada junto a un simple adiós.

.

6. Juramos amarnos hasta la muerte

a pesar del tiempo y la marea,

a pesar de la enfermedad y de los años,

a pesar de nuestro carácter

y de nuestras emociones pasajeras, /

a pesar de todo, a pesar de nada,

a pesar de ti, a pesar de mi:

¡Contigo hasta el final!

.

7. El matrimonio es de uno con una,

de sólo uno con sólo una,

donde cada uno se entrega todo,

donde todos se obligan a amar. /

Un nada puede ahogarlo todo,

y aún así todo se puede recuperar.

No dejemos caer las manos:

volvamos a empezar.

.

8. No quiero para ti una Navidad sin sentido,

ni menos desearte unas absurdas “felices fiestas” /

Te quiero feliz junto María, José y el Niño.

En serio, ¡que tengas una santa y feliz Navidad!

.

9. En estas Navidades

en las que a tantos les da miedo desear lo mejor… /

…yo te deseo volver a ser como niño,

volver a la infancia y a los tiempos bellos,

volver a seguir a los pastores y a los Magos,

volver a adentrarte con pausa en la cueva,

volver a descubrir a este Niño naciendo,

volver a ser bueno esta Noche otra vez.

.

10. ¡Muy feliz Navidad! Que sepamos estos días descubrir todos los recónditos tesoros que están enterrados en el Belén, para de ahí sacar ánimos renovados, alegría nueva, mucha devoción y una generosidad más decidida para vivir cerca del Niño Jesús todo el próximo año.

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Postales

1. Cuando mi imaginación vuele

llegará hasta ti,

y no solo te pensaré,

sino que serás parte de mi sueño.

¡Vuela! ¡Vuela hasta el Sol!

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2. Ya puedes imaginar por tu pena, cuál es la mía;

por tu impaciencia, mis ganas de estar allá.

Cada segundo mi pensamiento está contigo

y la distancia no hace sino unirnos cada vez más.

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3. Tan lejos, en la distancia, sigues presente. Has llegado hasta aquí en mis pensamientos, en mis recuerdos, en mi imaginación. Me distraigo contigo, o, más bien, sólo en ti pienso, sólo en ti medito, sólo a ti estudio. Por donde camino encuentro tus huellas y entre el murmullo citadino aparece tu voz. Así tan lejos, no estás lejos, a pesar de esta absurda distancia.

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4. Para expresar tantos deseos

un niño abriría de golpe sus pequeños brazos,

un joven al mar, al Sol y a las estrellas señalaría,

y yo… yo en verdad no sé lo que haría.

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5. Si una mirada te ha dicho tanto

y un gesto ni te cuento,

piensa cuánto va compendiado

en estas letras mi sentimiento.

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Emails y cartas

No pondré aquí un ejemplo de carta, ni de email, sino sólo una reflexión sobre el mágico papel. A nadie escapa el valor de una carta escrita con nuestro puño y letra, frente al de un sencillo email. Por esas curiosidades de la vida las cartas, las añoradas cartas, nos causan una singular sensación de cercanía con el autor: frente ellas tenemos el mismo papel y el mismo sobre que estuvo en manos del remitente, su mala o buena letra, esculpida con su propio puño… sus pensamientos y su tiempo para con nosotros. Aquella costumbre guardaba una suerte de encanto, tanto para el que la escribía como para el que recibía la correspondencia. Y es en este hilo de consideraciones cuando me pregunto: ¿Por qué no transcribir al papel nuestros mejores emails? ¿Por qué no poner a la poción mágica de unas cuantas letras el elemento fuerte de la tinta, para que así la fascinación y el hechizo sea total?

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