Unas letras aderezadas con canciones para mi hermano


Este capítulo es un extracto del libro Filosofía explicada con canciones

Disponible en ebook y físico, en Amazon.

40 días duró el diluvio en el que la familia de Noé permaneció unida, 40 años los judíos peregrinaron unidos por el desierto y 40 son los días de la “cuarentena” con la que se aislaba a la población infectada por una enfermedad contagiosa. Y también 40 fueron los santos mártires de Sebaste que estuvieron unidos hasta la muerte. Por eso, para festejar el cumpleaños número cuarenta de mi hermano Nelson, le he compuesto unas líneas hilvanadas con las letras de unas cuarenta canciones, que con ritmo alegre hablan sobre la fraternidad.

¿Qué es la fraternidad?

La fraternidad tiene que ver con la hermandad. «Fraternidad es demostrarnos unidad / es demostrar aprecio como buenos hermanos entre tú y yo», según canta Wilfredo Yac (Fraternidad, 2018). De hecho, la Real Academia Española de hecho identifica hermandad y fraternidad[1], aunque también señala que se relaciona con el espíritu fraterno[2], del que hablaremos más adelante. Ahora nos centraremos en lo fundamental.

La hermandad es un término análogo que aplica a muchas cosas, con mayor o menor propiedad. Hermano por antonomasia es quien comparte la filiación del mismo padre y de la misma madre. Los hermanos de sangre con los que crecimos son el “analogado principal”, son el punto de referencia para hablar de cualquier tipo de “fraternidad” o “hermandad”. Luke Bryan recoge la idea cuando habla de «blood brothers closer than your next to kin», en Blood Brothers (2013). Sin embargo, el concepto se puede alargar mucho. En ciertas culturas africanas los primos primeros, los primos segundos y hasta los terceros merecen el título de “hermanos”, por la cercanía familiar que se mantiene con ellos; esto explica por qué en esas tierras la prohibición de contraer matrimonio se extiende toda esta parentela. Además, se suele hablar de una “fraternidad universal” que apela a un origen sanguíneo común, a unos primeros padres del género humano. Finalmente, también se llama “hermanos” a los amigos de años y a aquellos que han hecho algo grande por nosotros. «Tú eres mi hermano / tú porque supiste amar» (Sandra Salas, Tú ere mi hermano, 2014).

Según lo anterior, cabe decir que hermano es quien comparte el origen. Por eso, las canciones sobre el tema suelen relatar aquellas cosas compartidas en la infancia. Así Pimpinela, que ha dedicado varias canciones a la hermandad, en una de ellas dice: «cuando tú naciste, yo apenas tenía seis años (…) Y tan grande fue aquella ilusión / que como pude te tomé entre mis brazos, / ya me había olvidado que quería un hermano (…) Cuando fui creciendo buscaba estar a tu lado, te sentía grande aunque tenías 10 años, / y detrás de ti empecé a andar, / por el camino que me ibas dejando» (Hermanos, 1981).

Una buena fraternidad es la tierra fértil que los hombres necesitamos para crecer. Sin ese trato familiar armónico es fácil que se creen monstruos, porque —como dice Salustio— concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur (en la armonía las cosas pequeñas crecen, en la discordia las más grandes decaen)[3]. Toda persona necesita una atmósfera de afecto personal e insustituible para desarrollarse humana y espiritualmente. «Hermano mío yo necesito / de tu cariño de tu amor. / Hermano mío siempre es bonito / saber que alguien ora por ti» (Óscar Medina, Hermano mío, 1995). Una fraternidad bien vivida alienta, permite el florecimiento humano, hace que las potencias se abran hacia lo alto. «Tú necesitas de mí yo necesito de ti, / y estando juntos no podremos desmayar. / Si tú me ayudas a mí y yo te ayudo a ti / será más fácil en la vida conquistar» (ibid.).

Espíritu fraternal

Así como la fraternidad alude a la hermandad, el espíritu fraterno se relaciona con aquello que permite vivir bien la fraternidad. Ello implica muchas cosas. Por ejemplo, se ha dicho que «la fraternidad / es conjugar el verbo amar / y el amor trae la justicia / y la solidaridad» (Kairoi, Fraternidad, 1998). La música pop menciona las siguientes características del espíritu fraterno:

a) Compartir

Dos son las características de las que más hablan las canciones sobre la hermandad. La primera es la ayuda y la segunda el compartir. Recordamos que estás dos características también están presentes en la amistad; por eso, con toda propiedad se puede cantar que mi hermano es «my true friend» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975). En español otra canción recoge la misma idea: «tú eres mi hermano del alma realmente un amigo / que en todo camino y jornada está siempre conmigo. Aunque eres un hombre aún tienes alma de niño, / aquel que me da su amistad, su respeto y cariño» (Roberto Carlos, Amigo, 1977).

Comencemos hablando del “compartir”, del que ya hemos dicho algo. Si hermano es quien comparte el origen, vivir la fraternidad es compartir de hecho aquello que está relacionado con el origen. «Compartiremos nuestras vidas / con aquellos / que quedan siempre atrás» dice Kairoi en su canción Fraternidad (1998). Con frecuencia en la música se detallan las cosas buenas o malas, divertidas o lamentables que se comparten. «Crecimos bajo el mismo techo / con la cara sucia de tanto jugar, / no había más felicidad / que aquel cometa ver volar. / Te acuerdas hermano, te acuerdas, / supimos reír de verdad» (Marco Antonio Solís, Hermano, 1997). «Hermana / gracias por todo / por estos años de andar y de andar» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). «Al cruzar la calle te agarrabas fuerte de mi mano. / En las buenas y en las malas, siempre juntos. / Tú allá y yo acá / y yo acá. / En los juegos con pelota siempre tú salías perdiendo / para darme mil palizas por la tarde en el Nintendo» (Casi Creativo, Hermanos, 2017).

En el otro extremo, existe una pieza musicales que no necesita de palabras para expresar la fraternidad. Se trata de la octava sinfonía de Dvorak, titulada con justicia La fuerza de la amistad y la fraternidad (1889), porque contiene un mensaje simbólico sobre la fraternidad, la amistad y el reencuentro, expresado en un diálogo entre un violín y un chelo, donde un instrumento rebota en otro de manera colosal.

Vivir la fraternidad es estar disponible, acompañar, compartir el tiempo y el espacio. «Aquí está tu hermana, hoy y para siempre / cada vez que sientas que el mundo oscurece. / Hoy te pido hermana que nunca olvides / que mis brazos se abren si es que tú lo pides». «Y ¿cómo explicarle que nunca está sola?» (Victoria Solé, A mi hermana menor, 2016). Los hermanos se acompañan durante toda su corta o larga vida, buscando auxiliarse en lo que puedan. «Junto a ti aprendí a vivir / siempre del lado mejor del camino, donde no hay espinas, / porque estás conmigo…» (Pimpinela, Hermanos, 1981).

b) Apoyo

Lo que más define el espíritu fraterno es el apoyo, la preocupación por el otro mantenida en el tiempo. Hanson lo expresa de una manera muy nítida en MMMBop (1997): «And they’re gone so fast, yeah / Oh, so hold on the ones who really care. / In the end they’ll be the only ones there. / And when you get old and start losing your hair, / can you tell me who will still care?». Al final de la vida se palpa quién es nuestra verdadera familia, quiénes se esforzaron en sacarnos adelante. Estos esfuerzos fraternos puestos al origen de la vida se asemejan a los que tiene el sembrador con su viña y a la incertidumbre que guarda sobre los frutos. «Yeah yeahh, / Plant a seed, plant a flower, plant a rose. / You can plant any one of those / keep planting to find out which one grows. / It’s a secret no one knows» (Hanson, MMMBop, 1997). Solo al final de la vida se apreciará bien lo que significó cada hermano.

El hermano no es un mercenario, alguien dispuesto a lo que sea por hacerse con parte del botín. La compañía fraterna tampoco busca recompensa, ni se fija en la escala social. Un hermano es siempre un “igual”. Además, el apoyo fraterno es desinteresado. Se es hermano «en lo bueno y en lo malo, / siempre unidos, siempre a mano, / sin pedirnos nada a cambio… / Hermanos, en dulce y en lo amargo, / aprendimos a escucharnos, / y a entendernos sin mirarnos…» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Incluso podemos añadir: más que “desinteresado”, el hermano busca darse, cuidar de su hermano, cargar con sus penas y con todo él. Es literalmente lo que narra la anécdota de aquella canción que se compuso durante la Guerra de Vietnam, a inicios de los setenta. Después de un enfrentamiento bélico, un fotógrafo alcanzó a capturar la imagen de un niño que caminaba cargando en la espalda a su hermano muerto. El periodista le alcanzó a preguntar si no era mucho el peso que llevaba para poder huir; el niño le contestó con una lógica incuestionable: “No es un peso, es mi hermano”. De ahí nació la nostálgica cancion que dice: «The road is long with many awaiting turns. / That lead us to who knows where, who knows where. / But I’m strong, / strong enough to carry him. / He ain’t heavy, he’s my brother». «So long we go / his welfare is my concern. / No burden is he to bare, we’ll get there» (Neil Diamond, He Ain’t Heavy He’s My Brother, 1970; The Hollies, He Ain’t Heavy, He’s My Brother, 1970).

La fraternidad la palpan de un modo muy especial los hermanos menores. Recordemos que todos somos menores en algún sentido[4]. «Ser el más pequeño también tiene cosas buenas / ya los mayores han hecho el camino por ti. / Con los padres han tenido todas las peleas / para que tú fácilmente coseches el sí» (Casi Creativo, Canción del hermano menor, 2017). A su vez, el hermano busca aconsejar para que el menor llegue lejos. «Little brother, a ship can’t sail without the water. / The world could be yours if you want her, / but you gotta be willing to go out and get it / when you get it, keep winning» (Hootie & the Blowfish, Little Brother, 2003).

De ese apoyo del hermano mayor, del más fuerte o más afortunado hablan muchas canciones. «Oh, if the sky comes falling down, for you / there’s nothing in this world I wouldn’t do» (Avicii, Hey Brother, 2014). «Brother let me be your shelter. / Never leave you all alone / I can be the one you call. / When you’re low / brother let me be your fortress» (Needtobreathe, «Brother feat. Gavin DeGraw, 2014). «And when you’re in the trenches / and you’re under fire I will cover you. / If I was dying on my knees / you would be the one to rescue me. / And if you were drowned at sea / I’d give you my lungs so you could breathe» (Kodaline, Brother, 2017).

c) Fortaleza y seguridad

A través del auxilio fraterno se adquiere una fortaleza inigualable. «It was one for all, and all for one» (Luke Bryan, Blood Brothers, 2013). Los hermanos que viven bien su fraternidad son como una ciudad amurallada que custodia un gran tesoro familiar, por usar una expresión bíblica. En el texto sagrado se recoge el pacto que Joab hizo con su hermano Abisay cuando sitiaron Jerusalén y la defensa se dividió en dos: «si los arameos resultan más fuertes que yo, ven a socorrerme; y si los amonitas te superan, te socorreré yo. Tú sé valiente. Luchemos con coraje por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que el Señor haga lo que considere mejor» (II Sam 10, 11-12).

Se ha dicho —y con acierto— que la familia es el refugio de la persona. Eso es porque «mi hermano da todo por mi bien. / Mi hermano va siempre junto a mi. / Y cuando la paz termina en mi vida (él hace que ría y olvide mi mal» (Raphael, Mi hermano, 1968). Los hermanos son refugio ante las penas y congojas de esta vida. «Hermano mío yo a veces siento / que ya no puedo ni un paso dar, / luego recuerdo que no estoy solo / que tengo alguien en quien confiar» (Óscar Medina, Hermano mío, 1995). «Quédate hermano mío que tu sombra es / mi refugio y mi calor» (Miguel Bosé, La dame de coeur «Anak» (Hermano mio), 1981).

La hermandad es refugio y, a la vez, es aliento. «Hermano / quiero que sepas / que junto a ti aprendí a comprobar / que cualquier sueño se puede alcanzar» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). Esto nos lleva a la siguiente característica del espíritu fraterno.

d) Luz que guía y orgullo por el hermano

Cuando se tiene poca edad en esta vida, un año marca una gran diferencia en conocimientos y experiencia entre los hermanos. Cuando se crece cada persona anda su camino y desarrolla una ciencia y unas habilidades distintas. Entonces, cada hermano es mayor en algún aspecto y menor en otro. En todo caso, los hermanos menores —en edad o en lo que sea— siempre pueden decir: «You took me halfway round the world. / I’m running out of time and reasons» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975). El hermano mayor se convierte entonces en una luz que guía el camino, en un ejemplo a seguir. «When I grow up, I’m gonna be happy and do what I like to do, / like making noise and making faces and making friends like you. / And when we grow up, do you think we’ll see / that I’m still like you and you’re still like me» (Diana Ross, When we Grow up, 1973).

El espíritu fraterno está vacío de envidia. Muy por el contrario, exulta con el éxito ajeno, se alegra con sus alegrías. «Desde que llegaste tú / sé que nunca estaré solo / y no quepo en la piel del orgullo que siento por ser… / tu hermano», canta Casi Creativo (Hermanos, 2017). La mirada se complace en los aspectos buenos de nuestra familia. «Mi hermano, sé que es mejor que yo / es todo bondad, es todo dulzura» (Raphael, Mi hermano, 1968). Y en este contemplar nace la paz fraterna, la luz y la guía. Una canción que Eduardo Verástigui dedicó al Papa Francisco lo expresa muy bien: «es tu bondad un ejemplo que abre fronteras y quita los miedos» (Making of «Hermano del Alma», 2019). También al papa Juan Pablo II se le cantó miles de veces: «Tú eres mi hermano del alma realmente un amigo» (Roberto Carlos, Amigo, 1977).

Pero volvamos al tema del orgullo de tener un hermano. Del hermano solo se puede desear que llegue lejos en la vida, que tenga lo que suele llamarse “éxito” —que es poco— y mucho más. Por eso se le canta: «vuela alto hermano mío / que en tu vuelo toco al fin la libertad» (Miguel Bosé, La dame de coeur «Anak» (Hermano mio), 1981). Hablemos, pues, de la libertad.

e) Libertad y alegría

La fraternidad y la libertad están misteriosamente unidas en el escudo francés, donde se recoge el lema revolucionario: «libertè, egalitè, fraternitè, ou la mort». También la libertad y la alegría van siempre unidas. Están tristes los que son esclavos de un mal, de algo que no desean y de lo que no se pueden liberar. Entonces es preciso “reconquistar la libertad”[5]. Tal unión está espléndidamente recogida en un poema de Goethe, al que Ludwig  van Bethoven le dotó de notas musicales: «¡Disfrutemos la libre manera / y verdadero espíritu fraternal! (…). No nos vuelven temerosos, / los altibajos de la vida» (Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

La hermandad siempre se mira como un regalo divino. «Como hermanos somos felices / como hermanos Dios nos bendice» (Wilfredo Yac, Fraternidad, 2018). Da mucha alegría tener un hermano. Se dice que las alegrías familiares se multiplican por el número de sus miembros. «Cuando tú naciste, yo apenas tenía seis años, ¡qué gran alegría! ¡pronto tendría un hermano!» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Las mejores cosas no se pueden enclaustrar en el alma, es necesario compartirlas con otro. Por otro lado, las alegrías compartidas se multiplican. Más chistoso es el chiste cuanta más gente se ríe: entonces nos reímos del chiste, de la cara de uno, del sonrojo del otro…[6] Pero si no hay a quien contarlo, es una pena. De hecho, muchas alegrías se transforman en penas cuando no hay a quien comunicárselas. Las mayores alegrías de la vida salen por los poros: se baila, se canta, se declaman poesías y se hacen cosas simpáticas, la propia casa se reviste de alegría y todo se llena de símbolos festivos. Las mayores alegrías se conmemoran anualmente. Por eso cada año se celebra la incorporación de nuevos miembros a la familia (los cumpleaños, donde se festeja el nacimiento del hermano). Otras alegrías menores no se recuerdan anualmente.

La familia es el lugar donde uno se halla, donde se puede ser uno mismo, donde no hace falta aparentar. Ahí no hace falta ser un showman capaz de impresionar positivamente al público. Basta ser uno mismo, con su propio humor. «De mis payasadas siempre te reíste / fueran graciosas o no: / casi siempre no», dice la canción Hermanos (2017) de Casi Creativo. Hay payasadas y cosas que solo se pueden decir entre hermanos. También hay cosas duras que solo se comparten entre ellos. «So we make jokes back home, and we lighten the mood» (Brand New, Brother’s Song, 2015).

La alegría se puede expresar de muchas formas: diciendo “estoy alegre”, cantando, bailando… Las letras escritas sobre la hermandad suelen mencionar estas acciones. «En este largo camino de a dos / fuimos creciendo con cada canción» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). «Cuando escucho a mi hermano cantar / quisiera una copa llena de licor; / quisiera un momento olvidar el dolor; / que pasen las penas y sentirme feliz / al lado de mi hermano / con quien he batallado / para poder vivir» (Los Hermanos Zuleta, Mi hermano y yo, 1999). Las canciones cantadas en la juventud nos vuelven a unir a nuestros hermanos y son como un flashback de la vida. Por eso se han de entonar «las canciones que mi pueblo ha de cantar, / para unir la humanidad» (Ariel Benitez, La canción de la hermandad, 2007). Y quien canta, baila. «I can assure you when you’re my age you’ll learn from all you’ve left behind / You’ve got to dance little sister don’t give up today / Hang on till tomorrow I don’t wanna hear you’re late» (Terence Trent D’Arby, Dance Little Sister, 1987).

La libertad y la alegría se expresan bien en el juego. Fue con “los nuestros” con quienes primero jugamos. «Me and baby brother / used to run together (…) Used to run together / welcome one another / headed for the corner (…)  I remember the day / we used to fight together» (War, Me and Baby Brother, 1973). Esto es más grande de lo que podría parecer a primera vista. El juego es por antonomasia una actividad libre, lo más opuesto al “trabajo servil”, a aquella labor realizada por obligación, por contrato, para ganarse la vida (para sobrevivir). El juego es fin en sí mismo y fin último: no se juega para nada. El juego no es un medio para conseguir alguna otra cosa, sino que simplemente se juega por jugar. Polo decía que «el juego es la fiesta. ¿Dios qué es? La gloria, y la gloria es la fiesta suprema, la fiesta pura, la fiesta absoluta. ¿Y la fiesta absoluta qué es? La libertad absoluta. ¿No tengo nada que hacer? Pues vamos a pescar, decían los Apóstoles. Pues en el cielo se nos ocurrirá jugar. ¿Eso es movimiento? Sí, ¿pero qué movimiento? ¡Un juego absoluto!, una fiesta, una fiesta interminable».[7]

Aunque no tiene un fin concreto, en el juego —en el verdadero juego— se crece. Esto ya sucede con los animales. Así, por ejemplo, los cachorros de los leones jugando aprenden a cazar. En los juegos humanos se aprende a desenvolverse, a tratar a los demás. «La emoción / de este sueño que nació / cuando éramos pequeños y jugábamos a actuar y a cantar. / Hoy podemos celebrar / nuestras voces por el mundo» (Pimpinela, Amor de Hermanos, 2016). Las minúsculas carreras que corrimos de peques nos entrenaron para otras corridas más arduas con metas más exigentes. Vistas bien las cosas, la final todo en la vida es un simple juego que hay que saber jugar para volver a la casa paterna.

Problemas fraternos

Todo en este mundo es vidrioso, todo se puede romper. También la amistad y el espíritu fraterno se pueden resquebrajar. En la niñez ya aparecen ciertos desajustes y rencillas; en la madurez de la vida estas nimiedades normalmente se superan y, con un mínimo de buen ánimo, hasta causan risa. En la letra de Canción del hermano menor (Casi Creativo, 2017) se enumeran algunos de estos problemillas:

«Esta camiseta era de mi hermano Enrique

Estos pantalones eran de mi hermano Andrés

Estas zapatillas me lastiman el meñique

Todo es heredado, nunca nada lo estrené

Todos mis libros de texto vienen subrayados

Llenos de dibujos que yo nunca dibujé

Ya todos mis profesores me tienen calado

La fama de sus hermanos le precede a usted

Si yo no soy veloz, no me dejan comer

Si yo no soy veloz, no me dejan hablar

Si yo no soy veloz, no hay tiempo de opinar

Para solucionar estos problemillas muchas veces basta “no escandalizarse”, no manifestar repugnancia por las pequeñeces que encontramos en todo ser humano. Dejemos a las lagartijas que se coman los minúsculos insectos, y pongamos nuestra atención en aquello que de veras tiene valor. Reírse un poco de estas estupideces alienta y anima a nuestros hermanos. Entonces se podrá cantar con Goethe y con Beethoven «nuestra fraternidad que ha quedado / limpia de mezquindades insignificantes (…). Los desacuerdos malhumorados / nunca desfigurarán nuestra alegría. / Libres de afectación, / nuestros corazones laten en libertad» (Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

Rara vez los problemas realmente tienen entidad. Piénsese, por ejemplo, cuando un hermano le quita la novia a otro. Entonces la única salida para salvar la fraternidad es perdonar de corazón. «Hermano, por qué me robaste / lo que más quería, / hermano que como un chiquillo / me haces llorar. / Hermano, no sabes la pena /que llevo en el alma / que pienso que un día / el Rey de los cielos / te perdonará» (Luis Lucena, Hermano, 2015).

Si los problemas familiares no se solucionan, entonces se mina nuestro origen, se cortan las raíces y el árbol comienza lentamente a morir. Al cortar con la familia, «en un inicio la sensación puede ser de libertad, pero luego asalta el desconcierto: ¿para dónde ir? Y más tarde, cuando los vagones se tambalean y el camino se hace fatigoso, cuando no imposible, se percibe que los límites impuestos por los rieles valía la pena asumirlos»[8]. La tierra de siembra que era la fraternidad se transforma en un pequeño infierno donde lo demoníaco comienza a ser lo “natural”. El Apóstol decía que «en esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia, no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano» (1 Jn 3,10). Me parece que todo esto se expresa asombrosamente en una triste canción sobre una hermandad rota: «it’s in our nature to destroy ourselves / It’s in our nature to kill ourselves / It’s in our nature to kill each other / It’s out nature to kill, kill, kill» (Papa Roach, Blood Brothers, 2000).

Aparte de estos conflictos internos, existe otro género de conflictos de orden externo que toda fraternidad ha de afrontar. El primero es la salida de la casa paterna. «Mas vino un tiempo más difícil / y salimos todos la vida a buscar» (Marco Antonio Solís, Hermano, 1997). Aunque no se quiera, ello ocasiona un cierto distanciamiento. «So far / cross a wild and windy sea. / So far / that our voices are divided by an ocean» (Justin Hayward John Lodge, My Brother -Blue Jays, 1975).

Pero en realidad lo que la distancia y los años hacen es aquilatar mejor el valor de la hermandad. «El reloj no para, ya han pasados años / y de a poco a ti te has ido encontrando / sigues siendo aquella que tanto quería / que hoy tanto quiero y querré cada día» (Victoria Solé, A mi hermana menor, 2016). Aunque medien distancias muy grandes, los hermanos permanecerán unidos. «‘Cause now we say goodnight / from our own separate sides, / like brothers on a hotel bed» (Death Cab For Cutie, Brothers On A Hotel Bed, 2005).

La fraternidad en el tiempo

Para bien o para mal, las relaciones familiares permanecen en el tiempo. No sé si han reparado cuán absurdo resulta hablar de un “ex–hermano”, de un “ex–padre”, un “ex–abuelo” o un “ex–tío”[9]. El tiempo es la prueba de fuego que realmente define quién es nuestra familia. Vale aquí recordar de nuevo la canción de Hansom: «Yeah. / You have so many relationships in this life / only one or two will last / you go through all the pain and strife / then you turn your back and they’re gone so fast» (MMMBop, 1997).

La hermandad permanece siempre. «Time can fly on by, / everything can change / until the day we die. / We’ll always remain / we’ll remain. / Yea yea yea» (Luke Bryan, Blood Brothers, 2013). Pueden pasar los años, pero la verdadera hermandad siempre conservará el origen común como un tesoro. «‘Cause I’m not who I used to be / no longer easy on the eyes. / But these wrinkles masterfully disguise / the youthful boy below» (Death Cab For Cutie, Brothers On A Hotel Bed, 2005). La perdurabilidad fraterna es como un misterio divino, pues solo Dios puede producir cosas eternas. No es raro, por tanto, que varias canciones den gracias al Ser omnipotente por la hermandad. «Le agradezco a Dios, el poder seguir / a cada paso contando contigo» (Pimpinela, Hermanos, 1981). Goethe, incluso, expresamente atribuirá a Dios el don de la perdurabilidad. «El Dios que nos trajo hasta aquí / nos mantendrá muy unidos / y renovará la llama / que ha encendido (…) Lo viejo sea nuevamente renovado!» (Goethe – Ludwig  van Beethoven, Bundeslied (Canción de la fraternidad), op. 122, 1822-1824).

La pregunta más profunda que se puede hacer en la materia se puede formular así: ¿por qué Dios creó la hermandad? O, en términos laicos, ¿para qué sirve o para qué existe la hermandad? Quizás la respuesta nos la da Kodaline, cuando canta: «We’ve taken different paths / and travelled different roads / I know we’ll always end up on the same one when we’re old» (Brother, 2017). La hermandad es la tierra fértil para nuestro crecimiento, para desarrollarnos bien, para alcanzar nuestras metas… en definitiva, para ser felices y realizarnos como personas. Los hermanos siempre nos ayudan a llegar a un buen final.

Queda, por tanto, una última pregunta: ¿cuál es ese “buen final” de nuestra vida, al que nos impulsan nuestros hermanos? Si indagamos en la música, encontraremos que varias canciones nos hablan de la casa paterna. Veamos estas tres canciones. «What if I’m far from home? / Oh brother, I will hear you call.  / What if I lose it all? Oh sister, I will help you out» (Avicii, Hey Brother, 2014). «Bring you home (…) I ain’t made for a rivalry, I could never take the world alone. / I know that in my weakness I am stronger / It’s your love that brings me home» (Needtobreathe, «Brother feat. Gavin DeGraw, 2014). «These mist covered mountains / are a home now for me / but my home is the lowlands / and always will be. / Someday you’ll return to / your valleys and your farms» (Dire Straits, Brothers In Arms, 1985). Nacimos en familia, nuestros hermanos nos ayudan a permanecer en la familia, para finalmente unirnos todos en una familia más grande y superior, donde nuestras alegrías se multiplicarán por el número de miembros, de “hermanos”, que haya en esa nueva familia.

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Cambridge, 29 de junio de 2020

Cumpleaños de mi hermano Nelson


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[1] RAE, diccionario, definición 2.

[2] RAE, diccionario, definición 1: «Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales».

[3] La frase de Salustio consta hoy en el lema del club Deportivo Lacio.

[4] Santo Tomás comenta que «en cualquier hombre existe algún aspecto por el que los otros pueden considerarlo como superior, conforme a las palabras del Apóstol ‘llevados por la humildad, teneos unos a otros por superiores’. Según esto, todos los hombres deben honrarse mutuamente» (Summa Teológica, II-II, q.103, a. 2-3).

[5] La idea y la expresión es de Mons. Fernando Ocáriz Braña.

[6] La idea consta en C.S. Lewis (1960). The Four Loves, Londres: Collins, capítulo IV.

[7] Leonardo Polo (2007). Persona y libertad. Barañáin: Eunsa.

[8] Ricardo Yepes Stork y Javier Aranguren Echevarría, Fundamentos de Antropología, 5ª ed., EUNSA, Pamplona 2001.

[9] Hoy la cultura divorcista ha introducido la palabra “ex–mujer” o “ex–marido”, lo que no es sino fruto de una trágica y malformada concepción de la familia.

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

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