Un poco de filosofía y de música sobre mi padre


Este capítulo es un extracto del libro Filosofía explicada con canciones

Disponible en ebook y físico, en Amazon.

Es fácil imaginar para quién escribí este escrito y en qué día: para mi padre en el día del padre. Un breve escrito para festejar su día, sobre lo que los artistas dicen sobre la paternidad, y para reflexionar sobre el sentido de la vida.

Un misterio eterno

Al hilo de unas cuantas canciones dedicadas al padre hilaré, en este gran día del padre, unas cuantas reflexiones sobre aquel misterio magno y eterno de la paternidad. Verdadero misterio, verdaderamente eterno. Misterio porque el Hijo es igual al Padre, pero no es el Padre. Misterio longevo, con más años que el mismo universo, misterio eterno que ya existía desde antes de la creación. De todos los misterios, este es el más antiguo y, quizá, el más profundo.

El misterio rebrota en cada planta que germina, en el nacimiento de un polluelo, restalla una y otra vez en la mirada del niño que abre sus ojos al mundo, y destella en cada padre que ve a su hijo. «Cuando hay un encuentro de dos almas trae luz», dicen Los Fabulosos Cadillacs (Vos Sabés, 1999) hablando de encuentros y desencuentros entre padre e hijo. Y así es como cada hijo que ve la luz de su padre, de alguna manera intuye el origen de todo, la luz divina.

Comencemos a meternos en el misterio. El padre y el hijo, para serlo, han de ser iguales en algo o en algún sentido. Sin esto, no hay paternidad posible. «En el fondo tu y yo somos casi igual», canta Enrique Iglesias a su padre (Quizás, 2002). «Soy espejo de su rostro» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013). «Estas en mi vida, / estas en mi sangre, / ejemplo figura / de todo mi ser» (Julio Jaramillo, Padre mío, 1976). «Yo soy tu sangre, mi viejo» (Piero, Mi viejo, 1969). Obsérvese cómo en las canciones la igualdad principalmente se da en el rostro vivo y en la sangre, que es el principio vital. En efecto, lo propio del padre es dar la vida al hijo. Sin ese principio vital el hijo no es nadie.

Pero la igualdad padre-hijo no es casual, sino causal; no es fruto del azar, sino que tiene un fin; no es una mera externalidad, pues deja una huella en el ser. En el fondo, es fruto del “darse” del padre. Los animales vivos dan parte de su ser para formar otros seres vivos. Esto es evidente en las lombrices, que al partirse forman dos seres vivos, pero también se da en los mamíferos y en todo ser vivo. Cuando el darse no se produce por instinto, sino de manera libre, el darse se llama “amor”. Esto es palpable en la música. «Todo me lo has dado, / todo a manos llenas, con amor; / siempre has trabajado, / luchando para darnos lo mejor» (Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003). Los mejores padres son los que más se dan: dan a los hijos la vida, su trabajo, sus bienes, su conocimiento… todo lo que son y poseen.

Aunque padre e hijo son iguales, a la vez va por descontado que son distintos, “radicalmente distintos” diría Leonardo Polo. Y la primera nota de distinción es la anterioridad paterna. En las canciones se suele recurrir a la expresión “viejo” y a recordar que pertenece a tiempos pretéritos. «Yo lo miro de desde lejos / pero somos tan distintos, / es que creció con el siglo / con tranvía y vino tinto»; «yo tengo los años nuevos / mi padre los años viejos» (Piero, Mi viejo, 1969).

La anterioridad paterna genera una posición muy concreta ante los hijos: una ventaja en la experiencia. No en vano, la mitad de las canciones dedicadas al padre hablan de su cuerpo desgastado por los trajines de la vida, «de arrugas marcadas, por el tiempo, / recuerdos de antiguas, victorias» (Roberto Carlos, Mi querido mi viejo mi amigo, 1988). «Tiene la tristeza larga / de tanto venir andando» (Piero, Mi viejo, 1969). «Hoy surcan en su frente / años que no volverán; / su piel se ha marchitado / en su largo caminar, / de plata su cabello / el tiempo lo pinto» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013). Así justamente se pinta en la iconografía cristiana al Padre Eterno: con arrugas pronunciadas en el rostro, con una barba larga y mansa, con escaso pelo blanco. De alguna manera, eso es ser padre. Pero como ser padre es sobre todo darse —“darse” en presente, lo que implica darse continuamente—, el padre siempre busca dar su experiencia a los hijos. Esa idea aparece en casi todas las canciones que los padres cantan a los hijos; entre las más célebres esta la de Cat Stevens (Father and son, 1970): «It’s not time to make a change, / just sit down, take it slowly; / you’re still young, that’s your fault, / there’s so much you have to go through». Para bien o para mal, el padre invita al hijo a que atienda lo que él ha vivido. «Look at me, I am old, but I’m happy».

La anterioridad paterna tiene como contrapartida la posterioridad del hijo. Los hijos, al menos los buenos hijos, los que han sabido serlo, perpetúan al padre. «Yo soy tu sangre, mi viejo; / soy tu silencio y tu tiempo» (Piero, Mi viejo, 1969). «Aun en la distancia / a mi lado tu estarás / pues llevo tu semilla / dentro de mi corazón» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013).

Un norte en la vida

A lo largo de la vida todo hijo se mira en el espejo de sus padres. Bonilla lo dice tal cual: «soy espejo de su rostro / así lo quiso Dios» (Para ti papá, 2013). Al inicio quizás nos fijamos más en los rasgos físicos: se ve cómo el recién nacido copia la nariz del padre, sus ojos, su color de piel… Más tarde nos percatamos de que también se han heredado la forma de reírse y ciertos gestos. Con el tiempo aparecen de otras identidades más profundas —virtudes y defectos—, y nos damos cuenta de que el padre ya ha recorrido el camino que el hijo comienza a andar. Por eso resulta tan natural, especialmente ante las incertezas de esta vida, ir y volver a la figura paterna. «Vos fuiste mi guía / en todo camino, / sostén de mis pasos, / mi estrella, mi Sol. / Vos fuiste maestro / vos sos el amigo» (Julio Jaramillo, Padre mío, 1976).

¿Saben cuál es la frase original que más he encontrado en las canciones dedicadas a los padres? No me lo esperé nunca: «eres mi héroe» (Manuel Bonilla, Para ti papá, 2013; Los Tres Tristes Tigres, Mañanitas para papá, 2016; Victor Manuelle, Algo le pasa a mi héroe, 2015; Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003, etc.).

A nadie extraña que se quieran pisar las huellas dejadas por el padre que supo serlo. Al buen padre hay que seguirlo. «Quiero ser reflejo de tu valor y tu cariño (…). / Tu ejemplo seguiré, / tus consejos yo recordaré» (Lali Torres, Papa, quiero decirte, 2003). Y al padre se lo sigue desde muy temprano en la vida. Topo Gigio cantaba: «yo quiero ser como mi papá, / me haré un bigote con la crema de rasurar; / su corbata y sus zapatos me pondré, sí, sí, / y me iré, como él, a trabajar»; «Con una escoba haré una caña de pescar, / y, como él, yo pescaré; / haré mi bote con la tabla de planchar» (Topo Gigio, Yo quiero ser como mi papá, 2007). ¡Juegos de niños que expresan realidades muy hondas!

Incluso se podría decir más. El hijo no solo quiere seguir al padre, sino estar con él siempre, “descansar” en él toda la eternidad. «You were the place that I could always rest my head» (Sarah McLachlan, Song For My Father, 2014). Esto es como el fin de la existencia humana, la razón más profunda de la persona. Por eso lo que más se aprecia y da alas en la vida es la unidad con la figura paterna. «Father, son / locked as one / in this empty room. / Spine against spine, / yours against mine, / till the warmth comes through» (Peter Gabriel, Father, son, 2000).

Buenos y malos hijos

Son sumamente tristes las canciones del hijo que rompe con su padre, tan tristes que preferí dejar de escucharlas y no me he animado a recogerlas en este escrito. ¿Por qué son tan tristes? Porque si el padre es padre por haber entregado el principio vital al hijo, el hijo tiene menos vida cuando rompe con el padre. El rompimiento con el padre es una especie de suicidio, sin duda un tipo de muerte. A su vez, el hijo puede frustrar esa paternidad, cuando no acepta lo dado.

Sin embargo, en esta vida siempre se podrá volver a la casa paterna, reconociendo nuestros pecados, diciendo  «I lay down next to your boots and I prayed / For your anger to end/ Oh Father I have sinned» (Madonna, Oh Father, 1989). Como por instinto, como el agua busca al mar, el hijo siempre busca volver a la casa del padre y permanecer ahí eternamente. «Hoy tengo que decirte papá / el tiempo nada cambiara / estaremos siempre juntos / todo el tiempo sin parar» (Timbiriche, Hoy tengo que decirte papa, 1999).

Si los cantantes y poetas no pueden agradecer a sus madres como se merece, más que con frases como las transcritas, yo menos. Bastará por tanto repetir, al menos al final de este escrito, lo que las mejores voces y poetas han escrito: ¡Feliz día papá!

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Atlanta, 21 de junio de 2020


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Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

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