Por la paz de la Sicilia (IV)

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

La superstición acompaña al hombre donde vaya. En occidente el número de la mala suerte es el 13 porque trece fueron los integrantes de la última cena, y al rato dos murieron (Jesús y Judas); trece es el capítulo del Apocalipsis donde aparece el anticristo; trece fue el número de la misión Apolo que resultó fallida… En varios hoteles, edificios y restaurantes se omite el local, apartamento o puesto número trece; también en la Fórmula 1 los monoplazas dejaron de llevar este número por muchos años. Correspondía a Office 2010 ser la versión 13, pero por arte de magia pasó a ser la versión 14. En Japón y China el número detestado es el 4 porque cuatro se pronuncia “shi”, palabra que significa muerte. Allá encontramos edificios que carecen de los pisos 4, 14, 24, 34… y en sustitución se pone 3A, 13A… En otros países europeos se elude el 17, que en números romanos se escribe XVII, cuya reordenación VIXI significa en latín “viví”, es decir, “mi vida es pasado. ¡La superchería llega a todo!

Esta historia gira alrededor del número supersticioso. Además juega con los cambios de tiempo, de ritmo, con las frases cliché y con las típicas escenas de acción. Viene a ser un “thriller” de cuento. Lo original es el orden de la composición: la historia se cuenta en zigzag, y cada capítulo se narra de atrás para adelante, comenzando por la última escena y terminando en la primera. También se juega con la intensidad narrativa: en cada capítulo la narración se redacta a una velocidad diferente. Lo sepa o no, cada lector ―y cada escritor― tiene su propio ritmo interno. Esta historia ayudará a todos los que la lean a identificar cuál es el ritmo con el que cada uno se siente más a gusto.


13 minutos para conocer a Moore

Capítulo 123 – (4)567

Un triste día del año 2004, 13h13

Ya Moore no pensaba en el restaurante que administraba, ni en el precio del passito y del cannolo que debía comprar, ni tampoco en el shows previstos para el fin de semana, ni en la decoración, ni en la música… Todo aquello había perdido su razón de ser. Solo una idea movía su existencia: la venganza. En aquel instante Moore hizo el firme propósito de ir donde su amigo Luca para enrolarse en la banda enemiga de Doménico, en la banda de Giovanni Grieco. Grieco era el hombre al que debía servir de ahora en adelante, para el resto de sus días.

—Sí, sí. Me las pagarán —musitaba una y otra vez en medio de lágrimas.

 

13h07

Una hermosa mujer de ojos azules, pelo rubio y piel tostada, recostada en los brazos de Moore, hacía enormes esfuerzos por susurrarle algo, pero no podía. Ella no dijo nada de lo que el tipejo le había encomendado decir. No tenía tiempo ni fuerzas para ello. Al final simplemente repitió unas palabras que innumerables veces había pronunciado, con o sin sentimiento, en su vida.

—¡Te amo!

Pese al dolor extremo, estaba contenta de habérselo podido decir antes de cerrar los ojos para siempre, pues son muy tristes las vidas que acaban sin un «te amo». Entonces el frágil brazo que sujetaba la boca de su propio estómago languideció y cayó ya sin fuerzas. Antonella, la mujer de Moore, la que de verdad había amado a lo largo de toda su vida, había muerto.

En ese momento se agolparon en la memoria de Moore tantos recuerdos bellos y bellos… Cuando un ser querido muere, hasta las peleas y disgustos pasados se alcanzan a ver como algo bello y necesario. Ahora, junto a estos recuerdos sonaban el rechinar de las llantas de un coche que aceleraba a toda velocidad y dejaba sus huellas en el pavimento.

Moore comenzó a odiar con toda su alma a quien huía y quiso su muerte. En tal deseo se acordó de su amigo Luca y de lo que había comentado de la mafia. Recordaba que le había dicho que, bien o mal, muchos mafiosos creen sinceramente que sin la mafia era imposible que se diera la paz en la agitada Sicilia. Ahora Moore paladeaba lo cierto de tal afirmación. Deseaba angustiosamente esa paz y la paz para él era la muerte del tipejo. Con los ojos perdidos en la calle, por donde se había ido el asesino, pensó esto una y otra vez en la mafia, y volvió una vez más sobre el tema.

 

13h04

Cuando Moore escuchó el estruendo del balazo dentro de su casa, fue a ver qué sucedía. Lo primero que vio fue la sonrisa de un tipejo de chaqueta y boina negra que acto seguido le dio la espalda y salió por la puerta. Desconcertado, no supo si esconderse, cubrirse o seguirlo con la mirada, hasta que vio a su esposa caída. Instintivamente corrió hacia ella sin meditar en los riesgos.

—¡Linda! ¿Qué te ha sucedido? —gritaba.

La encontró cubriéndose con una mano la boca del estómago y con los labios temblando. Evidentemente quería decir algo, seguramente quejarse del dolor, pero no tenía fuerzas para ello. Comenzaba a perder sangre. Moore la miró, alzó la vista para encontrar una vez más al hombre de negro que caminaba imperturbable hacia la calle, donde un Land Rover le esperaba. Echó también un vistazo al teléfono pensando en llamar al médico, pero ante un gemido de su mujer perdió la noción de lo que convenía hacer y gritó de desesperación.

Intentó alzarla con sumo cuidado por la espalda. Al sujetarla y tenerla junto a sí sintió cómo cada uno de los músculos de su mujer iba perdiendo vida. Ella intentaba decirle algo, pero le faltaba el aire.

 

13h01

El timbre sonó por segunda vez cuando ya la dueña de la casa llegaba a la puerta para abrirla. Al hacerlo encontró a un tipejo vestido con una chaqueta y boina negra, mal afeitado y mal encarado.

—Vengo a dejarle un recado a George Moore… —dijo.

—Oh, está dentro. ¿Se lo llamo?

—No, no se preocupe. Basta que le diga, de parte de Doménico, que se acuerde de pagar por la seguridad de su empresa.

Entonces el tipejo abrió su chaqueta negra y exhibió el suave y delicado mango de una legendaria Colt M1911. La desenfundó y le disparó en la boca del estómago a la mujer.

Capítulo 123 – (4)567

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar