Filosofía del amor: (IV) Los efectos mediatos del amor


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Extracto del artículo El amor y sus efectos en la música pop y en la filosofía clásica

Colloquia Revista de Pensamiento y cultura, v. 7 (2020), pp. 209-245

La cuestión de los efectos mediatos del amor aparece en la Suma Teológica (I-II, q. 28), donde se estudian con detalle seis efectos del amor: la unión, la mutua inhesión, el éxtasis, el celo, la pasión y lo que llamaremos “la dotación de sentido de todo lo que se hace”. En este episodio analizamos los seis efectos mediatos del amor confrontando lo que dicen los filósofos con las mejores canciones de amor de la música pop.


La cuestión de los efectos mediatos del amor (los que vienen después de los efectos inmediatos) aparece en la Suma Teológica (prima secunde, cuestión 28). Allí se estudian con detalle seis efectos que el amor produce en los amantes: la unión, la mutua inhesión, el éxtasis, el celo, la pasión y lo que llamaremos “la dotación de sentido de todo lo que se hace”. Sigamos, pues, al hilo del espléndido discurso tomista, enlazándolo con las notas de la música pop.

a) La unión

El primer efecto del amor es la unión, afectiva y efectiva. Los afectos arrastran hacia la cercanía real del objeto amado, tanto como se pueda. Si no hubiera límites, cabría que los enamorados se dijeran con toda propiedad aquello que el poeta inglés Charles Williams ponía en sus labios: «¡Te amo? Yo “soy” tú». Estas cosas se pueden decir en la poesía porque las palabras no tienen límites. La idea también aparece dentro de la letra de algunas canciones, como la que expresa este deseo: «dentro de ti quedarme en cautiverio / para sumarme al aire que respiras / y en cada espacio unir mis ilusiones / junto con tu vida» (Thalía & Pedro Capó, Estoy enamorado, 2009). «Es poco decir, que eres mi luz mi cielo mi otra mitad» (Axel, Te voy a amar, 2011).

Sin embargo, el realismo amoroso se da cuenta de que la unidad tiene sus límites. Según Aristófanes, «los amantes desearían hacerse de los dos uno solo». Al respecto Tomás de Aquino precisa que, pese a tal deseo, la unión absoluta nunca es posible, porque de ella «resultaría la destrucción de ambos o de uno de ellos»; por eso, los amantes buscan aquella «unión que es conveniente y decorosa, esto es, de suerte que vivan juntos y conversen juntos y estén unidos en otras cosas similares» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 1). La música popular hace una larga lista de aspectos en los que cabe aquella unión “conveniente y decorosa”.

En primer lugar, se desea «ahí en el aire dibujar tu nombre / junto con el mío» (Thalía & Pedro Capó, Estoy enamorado, 2009). Los enamorados dibujan corazones con sus nombres en cualquier papel, libro o pared, los tatúan en la piel, y si pudieran escribirlos en el cielo, lo harían. Hoy también se ponen candados con ambos nombres en los puentes, que lamentablemente se oxidarán con el tiempo. Además ambos desean compartir las alegrías y las penas. «Déjame ser / ese pañuelo que seque tus lágrimas cuando estés triste / y compartir tu alegría y también tus momentos felices» (La Adictiva, El amor de mi vida, 2019). Pero entre todas las cosas, siempre resulta imperiosa la compañía física de la persona amada: «And I swear by the moon and the stars in the sky / I’ll be there / I swear like a shadow that’s by your side / I’ll be there» (All-4-One, I Swear, 1994). «I want to spend the rest of my life with you by my side / Forever and ever» (Lonestar, Amazed, 1999). «And I want you here with me / from tonight until the end of time» (Chicago, You’re the Inspiration, 1984). Finalmente, si es “decoroso y conveniente”, el amor busca tocar, abrazar y unirse para siempre. «Es la musa que te invita… / a tocarla suavecita…» dice un canto dedicado a la música (Marta Sánchez & Andrea Bocelli, Vivo por ella, 1997).

Como bien se sabe, la unión más íntima y profunda no es la física, sino la espiritual. Aquí es común hablar de «two hearts that beat as one» (Diana Ross and Lionel Richie, Endless Love, 1981). Ello genera compenetración de sentimientos y fines existenciales. «Yo te quiero porque tu dolor es mi dolor» (Juanes, Para tu amor, 2004). La unión física es extremadamente limitada, mientras la unión espiritual se presenta como una larga travesía que hay que recorrer, de la cual se desconoce el final. Algo de esto se menciona en aquella canción que comienza hablando del sentido de pertenencia: «You’re still the one I run to, / the one that I belong to. / You’re still the one I want for life», para luego observar con regocijo: «They said, I bet they’ll never make it / but just look at us holding on, / we’re still together, still going strong» (Shania Twain, You’re Still The One, 2014).

b) La mutua inhesión (luz)

Por la mutua inhesión el amado está en el amante, y «el amante está en el amado» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 2). Llevamos en el corazón, en el recuerdo, en la mente y hasta en la loca fantasía a la persona amada: ella mora en nosotros, hace de nosotros su patria, y nosotros moramos en ella. Moramos en ella, porque «el amante no se contenta con una superficial aprehensión del amado, sino que se esfuerza en escudriñar interiormente cada una de las cosas que pertenecen al amado, y así penetra en su intimidad». Cuando en el arte se habla de amor, suele hablarse de los ojos de la persona amada si está presente, o de los recuerdos que ella evoca si no lo está.

Comencemos con la mirada. El amor es siempre contemplativo. C. S. Lewis observaba que si a un enamorado se le pregunta qué quiere, «la verdadera respuesta a menudo será: “Seguir pensando en ella”». Y eso es exactamente lo que canta Aerosmith, aunque con un ritmo y una belleza mayor a la del literato inglés: «I could spend my life in this sweet surrender (…) I don’t want to close my eyes / I don’t want to fall asleep / ‘Cause I’d miss you, babe / And I don’t want to miss a thing (…) And I don’t want to miss one smile / I don’t want to miss one kiss» (Aerosmith, I Don’t Want to Miss a Thing, 1998). Realmente aquí habría que copiar toda la letra de la canción, porque toda ella nos habla de este efecto del amor.

Lo mejor se produce cuando las dos miradas se encuentran. Ese instante —que puede durar siglos, y sigue siendo un pequeño instante— se describe en muchas canciones: «And your eyes… / Your eyes, your eyes… / They tell me how much you care. / Ooh yes, you will always be / my endless love» (Diana Ross and Lionel Richie, Endless Love, 1981). «We felt this magical fantasy / now with passion in our eyes» (Bill Medley, Jennifer Warnes, Time of my life, 1987). «The love light in your eyes / and the wonder of it all» (Eric Clapton, Wonderful Tonight, 1977). C. S. Lewis anota aquí una observación tan curiosa, como cierta: «los enamorados están siempre hablándose de su amor; los amigos, casi nunca de su amistad. Normalmente los enamorados están frente a frente, absortos el uno en el otro; los amigos van el uno al lado del otro, absortos en algún interés común». Esto es justamente la mutua inhesión.

Además los ojos nos traen mucha información de la persona: si está feliz, triste, inquieta… qué pensamientos tiene, qué sueños sueña… «I get a notion from the look in your eyes, yeah: / you’ve built a love but that love falls apart» (Roxette, Listen To Your Heart, 1981). «I see the questions in your eyes, / I know what’s weighing on your mind» (All-4-One, I Swear, 1994). «I can hear your thoughts, I can see your dreams (…) I want to spend the whole night in your eyes» (Lonestar, Amazed, 1999). Bien se dice que “el rostro es el espejo del alma”.

En cualquier caso, la mirada persona amada es única, fascina, obnubila, no hay nada mejor que ella. «Oh, her eyes, her eyes make the stars look like / they’re not shinin’» (Bruno Mars, Just The Way You Are, 2010). De forma más clara lo expresa Sie7e: «Tu mirada vale más que el oro (…). Y aunque pueda tenerlo todo todo, / nunca hay nada si me faltas tú» (Tengo tu love, 2011). Esta es la razón por la que muchos expresan su amor besando los ojos, quizá de manera inconsciente. «Then I kiss your eyes / and thank God we’re together» (Aerosmith, I Don’t Want to Miss a Thing, 1998).

Si el amado está ausente, a veces también se escenifica la mutua inhesión con la misma técnica mencionada. «¡Qué no daría yo por tener tu mirada!», canta Amaral (Sin ti no soy nada, 2002). Pero lo más clásico es acudir a los recuerdos. ¿Cuántas canciones no hablan de recuerdos? «Que de recuerdos solo me alimente / y que despierte del sueño profundo / solo para verte» (Thalía & Pedro Capó, Estoy enamorado, 2009).

Quien ama fácilmente recuerda, Remember yesterday (Skid Row, 1989). «I remember the smell of your skin. / I remember everything. / I remember all your moves. / I remember you yeah. / I remember the nights, you know I still do» (Bryan Adams, Please Forgive Me, 1993). En realidad, los recuerdos persiguen a quien ama. «You should know / everywhere I go / always on my mind, / in my heart, / in my soul / Baby» (Chicago, You’re the Inspiration, 1984). Nos persiguen despiertos y dormidos, y nos da una inaudita sensación de cercanía. «Every night in my dreams / I see you, I feel you (…) Far across the distance / and spaces between us / you have come to show you go on. / Near, far, wherever you are / I believe that the heart does go on» (Céline Dion, My Heart Will Go On, 1997). Los recuerdos llegan a ser tan vívidos que hasta se pueden sentir sobre la piel. «Tus besos se han quedado en mi cara mujer / son como sellitos de amor en mi piel» (Juan Luis Guerra, Tus besos, 2014).

A la vez, habría que decir que quien ama y “ha dejado de sentir” otros efectos del amor, necesita recordar, necesita revivir lo que fue glorioso para que vuelva a avivarse el amor. «Porque fuiste algo importante / te amaré, te amaré. (…) En señal de lo que fue / seguirás cerca y muy dentro (…) A golpe de recuerdos / te amaré» (Miguel Bosé, Te amaré, 1978). Quizá sea heroico amar por haberse comprometido —lo que no es, sino cumplir la palabra dada—, pero, sin duda, quien así ama, ha demostrado que tiene un amor superior al meramente concupiscible.

c) El éxtasis

Uno padece éxtasis cuando sale de sí. Según Tomás de Aquino, el éxtasis se da tanto en las potencias aprehensivas (que reciben algo de fuera, como la inteligencia que recibe el conocimiento) como en las potencias apetitivas (que se dirigen hacia algo que está fuera de uno). Veámoslas por separado.

Sobre el primer éxtasis, el Aquinate señala que el amor «hace meditar sobre el amado (…), y la meditación intensa de una cosa aparta la mente de las otras» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 3). Ya hemos visto que el amor es contemplativo, y cómo se encuentran varias evidencias de esto en la música. Quizá aquí podemos añadir que a este “salir de sí” ayuda mucho la delectación en la meditación, cosa que suele resaltarse en las canciones. «Y hablábamos de todo un poco / y todo nos causaba risa / como dos tontos» (Franco de Vita, Te amo, 1982). Como uno está fuera de sí, el amor “atonta”, nos hace sentir estúpidos. «I’ll be a fool for you, I’m sure // You know I don’t mind» (Diana Ross and Lionel Richie, Endless Love, 1981).

Otra profunda observación hecha en la Suma Teológica es que la inteligencia sale de sí «cuando se sitúa fuera del conocimiento que le es propio, bien porque se eleva a un conocimiento superior, como se dice que un hombre está en éxtasis cuando se eleva a comprender algunas cosas que sobrepasan (…); o bien porque se rebaja a cosas inferiores; por ejemplo, cuando uno cae en frenesí o en demencia se dice que padece éxtasis» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 3). No es lo mismo amar las drogas, la comida o el dinero, que amar a una persona. La persona siempre es excelente, digna de amor—más aún la Persona divina. A ese éxtasis producido por lo superior se refieren las canciones de amor. «Me elevas al espacio sideral / tal como lo hace Superman» (Jesse & Joy, Espacio sideral, 2006). «A thousand angels dance around you / I am complete now that I’ve found you» (Savage Garden, I Knew I Loved You, 1999). Aunque, a veces, las letras se quedan en lo circunstancial. «I tried to be chill but you’re so hot that I melted / I fell right through the cracks» (Jason Mraz, I’m Yours, 2008).

El segundo éxtasis es el que sale de sí y va en busca de lo amado. Es máximo cuando lo produce el amor de amistad, porque quien ama ya no se reserva nada para sí y sólo busca el bien del amado. Recordamos una vez más las palabras de Bon Jovi: «If you told me to cry for you, I could. / If you told me to die for you, I would. / Take a look at my face, / there’s no price I won’t pay / to say these words to you» (Always, 1994). Este es el éxtasis de la potencia apetitiva.

d) El celo

«El celo, de cualquier modo que se tome, proviene de la intensidad del amor. Porque es evidente que cuanto más intensamente tiende una potencia hacia algo, más fuertemente rechaza también lo que le es contrario e incompatible» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 4). El Aquinate pone sus ejemplos: los varones guardan celos de sus esposas, porque las quieren sólo para sí y no toleran que tal exclusividad sea vea impedida por la compañía de otros; también se habla del celo por Dios o por el amigo cuando se procura rechazar toda palabra u obra contraria a su bien.

De todas estas cosas hablan las canciones. Una de las que más desarrolla el tema es Como abeja al panal (1990b) de Juan Luis Guerra, que dice: «Tengo un amor de pasión / por eso es que a otro yo / no le puedo dar el sí. (…) Júrame, (júrame) labio a labio, bajo el cielo / (Bésame) amarnos toda la vida». Allí se ve cómo el celo es doble: el amor se autoimpone amar con totalidad a una persona —no se puede ofrecer a otro lo ya dado— y exige la misma fidelidad al amado, incluso bajo juramento. ¿Qué es este amor exclusivo jurado sino el matrimonio? Otras canciones hacen menciones más sintéticas de uno u otro aspecto del celo. «I want to have you hear me saying / “No one needs you more than I need you”» (Chicago, You’re the Inspiration, 1984). «I want to share / all my love with you. / No one else will do…» (Diana Ross and Lionel Richie, Endless Love, 1981).

No siempre sucederá, pero alguna canción nos ha demostrado que se puede tener un gran celo incluso después de la decepción amorosa, después de que la persona amada se ha ido. Con gemidos muy lastimeros escuchamos a The Calling cantar: «so lately, been wondering / who will be there to take my place (…) If I could, then I would / I’ll go wherever you will go (…) And maybe, I’ll find out / a way to make it back someday» (Wherever You Will Go, 2011).

e) La pasión

Que el amor produzca pasión, parece algo ordinariamente aceptado en el mundo actual, aunque no siempre se sopese el alcance de lo que significa. A la pasión suele entendérsela como un sentimiento irresistible, que urge y nos conmociona. Por eso los enamorados ven «passion in our eyes, / there’s no way we could disguise it secretly. / So we take each others hand / ‘cause we seem to understand the urgency» (Bill Medley, Jennifer Warnes, Time of my life, 1987). Para algunos el amor no es más que una pasión psico-física —lo cual es un error— y hacen durar sus matrimonios tanto cuanto dura su volátil pasión erótica. Pero la pasión es algo más. En primer lugar, pasión viene de padecer. En la película La pasión de Mel Gibson se puede apreciar cuánto nos ha amado el Redentor. De alguna manera, todo quien ama puede decir «keep bleeding, keep, keep bleeding love. / You cut me open» (Leona Lewis, Bleeding Love, 2007).

El doctor angélico fija bien el alcance de la pasión del amor, tanto en su aspecto más espiritual, como en el más material. Veamos lo que dice en este artículo de oro:

«(…) El amor significa una cierta coadaptación de la potencia apetitiva a un bien. Mas nada que se adapta a una cosa que le es conveniente, sufre lesión por ello, sino más bien, si es posible, sale ganancioso y mejorado. En cambio, lo que se adapta a una cosa que no le es conveniente sufre por ello daño y deterioro. Luego el amor del bien conveniente perfecciona y mejora al amante, y el amor del bien que no conviene al amante le daña y deteriora. De ahí que el hombre se perfeccione y mejore principalmente por el amor de Dios, y sufra daño y deterioro por el amor del pecado, según aquello de Os 9,10: Se hicieron abominables como las cosas que amaron.

(…) Pero en cuanto a lo que es material en la pasión del amor, que es una inmutación corporal, sucede que el amor es lesivo por exceso de inmutación, como pasa en el sentido y en todo acto de una potencia del alma que se ejerce mediante una inmutación del órgano corporal» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 5).

Quien ama “padece” el amor. En lo material la vista padece los colores y el oído la música, que son bienes que se coadaptan a su potencia. La psiquis y el cuerpo “sienten” el amor (esos son los sentimientos). «Con unas ansias locas quiero verte hoy», canta Selena Amor prohibido (1994). «Con un grito en carne viva te amaré», canta Miguel Bosé (Te amaré, 1978). «Voy a encender el fuego, de tu piel callada; / mojare tus labios de agua apasionada / para que tejamos sueños de la nada» (Thalía & Pedro Capó, Estoy enamorado, 2009). En lo espiritual, cuando la inteligencia ve la verdad (cuando “la padece”), la inteligencia se vuelve más profunda, crece; cuando la voluntad ama al infinito, la voluntad se despliega en toda su potencialidad. Toda persona merece contemplación y amor, pero mucho más la Persona divina, que permite una mayor “pasión” y crecimiento.

Por último, recordemos que «la pasión del amor no surge súbitamente, sino después de la consideración asidua de la cosa amada» (Suma Teológica secunde secunde, cuestión 27, artículo 2). Una mayor contemplación, un pasar más rato con la persona amada, en circunstancias normales incrementa el amor e incrementa la pasión del amor. «El mundo se detendrá a mirar / un amor de verdad (…). El cielo nublado / y el viento helado / se fueron con tu calor» (Reik, Un Amor de Verdad, 2016).

f) Dotación de sentido

«El amor mueve al mundo» es una frase muy trillada en las redes sociales. Probablemente la mayoría de gente no sabría explicarlo, pero la aceptaría de buen grado por intuir que hay algo de cierto en ella. Tomás de Aquino ajustó su sentido: «todo agente obra por algún fin (…). Ahora bien, el fin es para cada uno el bien deseado y amado. Luego es evidente que todo agente, cualquiera que sea, ejecuta todas sus acciones por amor» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 28, artículo 6).

La afirmación más simple de este efecto es: “Vivo por ella” (cantada por Marta Sánchez & Andrea Bocelli, 1997). Quien ama comienza a realizar todo con miras a la persona amada y se vuelve su esclavo. «Mi corazón ahora ya tiene dueña / no eres la opción, eres mi prioridad» (La Adictiva, El amor de mi vida, 2019). Se es esclavo de los besos (Manuel Turizo, Ozuna, Esclavo de tus besos, 2019), de los labios (Javier Solís, Esclavo y amo, 1967) y de la piel (Ricardo Castillon, Esclavo de tu piel, 2016). C. S. Lewis decía que el amor «entra en él como un invasor, tomando posesión y reorganizando, una a una, todas las instituciones de un país conquistado; puede haberse adueñado de muchas otras antes de llegar al sexo, que también reorganizará». En todo caso, se trata de una esclavitud libremente aceptada y gozosa. «Quiero volver a caminar / por los caminos de la fe, / voy a volver a ser esclavo de tu amor» (Vicentico, Esclavo de Tu Amor, 2014).

Se vive por la persona amada y, a la vez, ella dota de un nuevo y magnífico sentido a la vida. «Yo estaba desahuciado, / yo estaba abandonado, / vivía sin sentido… / Pero llegaste tú. / Ay amor, / tú eres mi religión» (Maná, Eres mi religión, 2002). «And in your eyes / I see the missing pieces I’m searching for / I think I’ve found my way home» (Savage Garden, I Knew I Loved You, 1999). En el amor se encuentra la razón para cambiar de vida: cambiar para bien si se ama lo superior, cambiar para mal si se ama lo inferior. «I’ve found a reason for me / to change who I used to be, / a reason to start over new, / and the reason is you» (Hoobastank, The Reason, 2003). Más claro no se puede decir. Ciertamente la razón no puede desentenderse del corazón: razón y co-razón deben ir unidos.

Esta nueva dotación de sentido es omniabarcante, porque el amor implica totalidad. Abarca desde el sentido de la vida –que acabamos de ver— hasta las más minúsculas menudencias. En primer lugar esto sucede con el nombre de la amada. «I’ve just met a girl named Maria / And suddenly that name / will never be the same / to me» (West Side Story, Maria, 1961). Cualquier acto pequeño adquiere un valor inusitado cuando se hace por amor. «I came along / I wrote a song for you (…) I drew a line for you / Oh what a thing to do / ‘Cause you were all yellow» (Coldplay, Yellow, 2000). De ahí se pasa a los sentimientos, a las ilusiones, a los planes y a la jornada diaria. Manzanero enlista una serie de cosas que adquirieron un nuevo sentido con el amor: «Contigo aprendí / que existen nuevas y mejores emociones (…). A conocer un mundo lleno de ilusiones (…) / A hacer mayores mis contadas alegrías, / y a ser dichoso yo contigo lo aprendí. / Contigo aprendí / A ver la luz del otro lado de la Luna (…) aprendí / Que puede un beso ser más grande / Y más profundo» (Contigo aprendí, 1993).

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Nairobi, Mayo 2021

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

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