Filosofía del amor: (II) Las características del amor en la música pop


Mira en YouTube el playlist de Filosofía explicada con canciones
Podcast «Filosofía explicada con canciones»
Encuéntralo también en Spotify, Pocket Cast, Breaker, GooglePodcast y Apple Podcast

Extracto del artículo El amor y sus efectos en la música pop y en la filosofía clásica

Colloquia Revista de Pensamiento y cultura, v. 7 (2020), pp. 209-245

De la revisión de más de 100 canciones románticas y de muchos escritos filosóficos, hemos encontrado que ellas hablan de seis características esenciales que debe reunir el amor para serlo: 1) pluralidad, 2) luminosidad e inspiración, 3) recibir (aceptar, confiar, venerar), 4) dar (necesidad de expresar el amor con palabras y obras), 5) totalidad, y 6) eternidad y juventud. El amor —todo amor que merezca ese nombre— debería mostrar estas características, según lo veremos aquí.


Después de analizar la letra de más de 100 canciones de amor, y de ver la lista de palabras más repetidas, he llegado a la conclusión que en la música popular el amor presenta las siguientes características: el amor es plural, es luz que inspira, implica un recibir y todo lo que esto conlleva (aceptar, confiar, venerar, por ejemplo) y un dar (se necesita expresar el amor de alguna manera). Además el amor implica una cierta totalidad existencial que clama a lo eterno, a una eternidad siempre joven. Estas son características esenciales, aquellas que no pueden faltar en la noción de amor.

Analicemos, pues, con detenimiento cada una de estas características sin las cuales no podría existir un amor que merezca ese nombre:

1. Pluralidad

Ninguna canción de amor se canta sin un referente. El amor es plural, sale de uno y se dirige a otra persona. No en vano las palabras más repetidas en las letras de las canciones son “tú” y “yo”, junto con los pronombres personales. Esto prueba algo evidente: que lo central en el amor son las personas.

En la revisión de más de cien canciones en inglés y español apareció una curiosidad. En inglés las palabras más repetidas son “I”, “you”, “me”, “my”, “your” y “love”, en ese orden. Fíjese cómo el yo impera sobre el tú. En cambio, en español las palabras más repetidas son: “te”, “mi”, “me”, “tu”, “amor” y “yo”, en ese orden. Parecería que en el mundo hispano la gente piensa más en el otro cuando se habla de amor, mientras en el ámbito del inglés el amor es más introspectivo. Con todo, también hay que reparar que el inglés exige más el “I” en sus estructuras lingüísticas, que el español el “yo”.

2. Luminosidad e inspiración

La metáfora o imagen con la que más se compara el amor en la música es la de la luz. Luz, luminosidad, tanto para los ojos, como para el intelecto. Algunas veces la asociación se hace mencionando objetos luminosos que están en el ambiente. Por ejemplo, el «blue dipinto di blue», con «la luna» cuando «io continuo a sognare negli occhi tuoi belli, / che sono blu come un cielo trapunto di stelle» (Domenico Modugno, Nel blu dipinto di blu, 1958). Otras canciones nos invitan a mirar hacia lo alto: «look at the stars / look how they shine for you / and everything you do / yeah they were all yellow» (Coldplay, Yellow, 2000). «Kiss me under the light of a thousand stars» (Ed Sheeran, Thinking Out Loud, 2014). Y en una canción de postguerra se habla de una Blue moon (Al Bowlly, 1936), de una melancólica luna que nos hace soñar en la persona amada.

Sin embargo, lo normal es identificar la luz con la misma persona amada. Por ejemplo, se oye: «ay amor, eres mi luna, eres mi sol, / eres mi pan de cada día» (Maná, Eres mi religión, 2002). «Al caer de cada noche esperaré / a que seas luna llena y te amaré» (Miguel Bosé, Te amaré, 1978). «Ella es la estrella / que alumbra mi ser. / Yo sin su amor no soy nada» (Los Tres Caballeros & Cantoral, Reloj no marques las horas, 1957). También es frecuente el juego de luces entre los que se aman. «Para tu amor que me ilumina / tengo una luna, un arco iris y un clavel», canta Juanes (Para tu amor, 2004). Y a la misma técnica literaria recurre Juan Luis Guerra cuando expresa sus sentimientos: «ay, ay, ay, ay, amor: / yo soy satélite y tú eres mi sol; / un universo de agua mineral, / un espacio de luz / que solo llenas tú, ay amor» (Bachata rosa, 1990a). Todo esto nos recuerda a John Milton, quien imaginaba a las criaturas angélicas como cuerpos hechos de luz que podían conseguir una total interpenetración, mucho mayor a la de nuestros simples abrazos.

Hay un dicho que dice “el amor es ciego”. Aunque se repita mil veces en la calle, ello no consta en la música pop. Por el contrario, en las canciones de la lengua de Shakespeare el verbo más repetido es “know”. La música parece coincidir con C. S. Lewis quien categóricamente sostenía en el libro Los cuatro amores que «el mejor amor, del tipo que sea, no es ciego». También las Escrituras han identificado el amor con el conocimiento cuando en un par de versos paralelos se dice: «quiero amor y no sacrificios, / y conocimiento de Dios, más que holocaustos» (dice el libro de Oseas). En realidad, solo se puede amar lo que se conoce. Por eso observa Aristóteles que “la visión es cierta causa del amor”, a lo que el doctor angélico apostilla, que «a Dios, cuanto más perfectamente se le conoce, más perfectamente se le ama» (Suma Teológica prima secunde, cuestión 67, artículo 6). El amor es sincero, se transparenta en los ojos. «I feel wonderful because I see / the love light in your eyes» (Eric Clapton, Wonderful Tonight, 1977). El amado siempre podrá decir: «si me siento perdido / encuentro el norte / con sólo escuchar tu voz / (…) Porque tú serás / la luz que ilumine mi andar» (Reik, Un amor de verdad, 2016).

Recuérdese, además, que luz y vida se identifican. “La vida era la luz” dice san Juan (Jn 1, 4). Ambas cosas aparecen asociadas en la música. «Mi vida es un túnel sin tu luz» (Juanes, Nada valgo sin tu amor, 2004). ¿Cuántas canciones no hablan del amor como de la propia vida? Justamente entre las palabras más repetidas por las canciones de amor, después de los determinativos, pronombres personales y de la palabra “know”, aparecen los términos “life” y “vida”.

Finalmente, lo que es luz es fuente de inspiración. You’re the Inspiration (1984) es el título de la canción más romántica de Chicago. Celine Dion incluso va más allá cuando menciona: «You were always there for me (…) a light in the dark shining your love into my life. / You’ve been my inspiration, / through the lies you were the truth» (Because You Loved Me, 1998).

3. Recibir: aceptación, confianza y veneración

¿Qué es primero en el amor: dar o recibir? Larga e intrincada ha sido la discusión de los filósofos. Yo me inclino por la solución poliana, que observa que en el Creador lo primero es dar, mientras que en las criaturas —que lo hemos recibido todo, que nada podemos dar sin primero haber recibido— lo primero es el recibir. Por eso comenzamos hablando de “recibir”, y no de “dar”.

A la persona amada se la mira como un don inesperado e inmerecido. «Well, I found a girl, beautiful and sweet, / I never knew you were the someone waiting for me» (Ed Sheeran, Perfect, 2017). El amor es siempre don. No se puede reclamar en los tribunales, aunque quepa suplicarlo directamente. ¡Cuántas canciones no parecen palabras de un pordiosero que clama por un poquito de amor! Hay quienes imploran al cielo, a los dioses y a los santos para que algún día venga. «And all my life I’ve prayed for someone like you / and I thank God that I, that I finally found you» (K-Ci & JoJo, All My Life).

En la música se distinguen diferentes grados de recepción del don. El primero y más básico es aceptándolo con los defectos que venga. Así lo oímos en aquella canción de Miguel Bosé que dice: «por ser algo no perfecto te amaré (…) Por ponerte algún ejemplo te diré / que aunque tengas manos frías te amaré, / con tu mala ortografía / y tu no saber perder, / con defectos y manías te amaré» (Te amaré, 1978). C. S. Lewis observa que «hay algo en cada uno de nosotros que, de modo natural, no puede ser amado; no es culpa de nadie que eso no sea amado, porque sólo lo que es amable puede ser amado naturalmente; pretender lo contrario sería lo mismo que pedirle a la gente que le guste el sabor a pan rancio o el ruido de un taladro mecánico. Podemos ser perdonados, compadecidos y amados a pesar de todo, con caridad; pero no de otra manera». Solo un amor superior pasa por encima de las pequeñeces humanas y las redime.

Otro paso en la recepción es confiar, no dudar, aceptar incluso con urgencia. Todo esto se refleja en la canción I’m Yours (2008) de Jason Mraz: «So I won’t hesitate no more, no more. / It cannot wait I’m sure. / There’s no need to complicate, / our time is short / this is our fate, I’m yours». Francis Cabrel afirma su confianza de una manera más poética: «podéis destrozar / todo aquello que veis, / porque ella de un soplo / lo vuelve a crear / como si nada» (La quiero a morir, 1980). Y más profundo que confiar es venerar, darle el valor que merece a la persona amada. «I said nothing can take away these blues, / ‘cause nothing compares, / nothing compares to you» (Sinéad O’Connor, Nothing Compares 2U, 1990). El último y más profundo grado de recepción mezcla la confianza y veneración de forma mutua: entonces, aparece el confiarse uno mismo en el otro, de manera recíproca, para siempre. «You’re here, there’s nothing I fear / and I know that my heart will go on. / We’ll stay forever this way, / you are safe in my heart and / my heart will go on and on» (Céline Dion, My Heart Will Go On, 1997).

4. Dar: necesidad de expresar el amor con palabras y obras

El Aquinate decía que «nada hay que provoque tanto el amor como saberse amado». Quien recibe un don inmerecido, enseguida se ve compelido a agradecerlo, a menos que sea un desequilibrado o alguien sumamente raro. «Es de bien nacidos ser agradecidos», dice un viejo refrán. Amar es agradecer. Celine Dion lo expresa muy bien en Because You Loved Me (1998), cuya letra comienza así: «For all those times you stood by me, / for all the truth that you made me see / for all the joy you brought to my life / for all the wrong that you made right / for every dream you made come true / for all the love I found in you / I’ll be forever thankful, baby».

Aclárese que el amor no es la justicia, aquella virtud por la que se devuelve con pulcra exactitud lo debido: ni más, ni menos. Quien ama no es calculador, ni cicatero: «Quiéreme como te quiero a ti, / dame tu amor sin medida» (Juan Luis Guerra, Como abeja al panal, 1990b). Por el contrario, quien ama desea restituir con creces, y si puede, lo da todo y se da a sí mismo. Quien ama siempre está en deuda, porque el amor constantemente está creando nuevos deberes, siempre superados. Por eso Jovanotti afirma que «l’amore che detta ogni legge» (Baciami Ancora, 2010). Quien siente que ya ha “dado” o “pagado” lo suficiente, ha dejado de amar. A lo sumo realiza un acto de justicia. Uno puede cumplir escrupulosamente las leyes de un país para evitar la cárcel, mas ello no significa que lo quiera. Por otro lado, quien ni siquiera se cumple lo mínimo, con tal incumplimiento más bien demuestra desamor.

El agradecimiento primero sale de la lengua, de los labios, de la boca, hasta que percute el tímpano de la persona amada. ¡Hay que decir que te amo! Si no, no se ama. Te amo y te lo digo (1996), titula una acertada canción de Pancho Barraza. Y otra de las más famosas de Franco de Vita dice: «te amo / aunque no es tan fácil de decir; / y defino lo que siento / con estas palabras: / te amo» (Te amo, 1982). Hay que decirlo una y mil veces, hasta convencer a la persona que realmente se le ama: «and the wonder of it all / Is that you just don’t realize how much I love you / I say, “My darling, you were wonderful tonight. / Oh my darling, you were wonderful tonight”» (Eric Clapton, Wonderful Tonight, 1977). La misma idea consta en aquella otra canción donde se escucha: «she’s so beautiful and I tell her everyday. / Yeah, I know, I know when I compliment her she won’t believe me» (Bruno Mars, Just The Way You Are, 2010).

Pero amar es More than words (Extreme, 1990). Hay que mostrar con obras los que se dice o se canta. Las obras confirman las palabras, son su sello de veracidad. Es más, donde hay obras las palabras sobran. «Then you wouldn’t have to say that you love me / ‘Cause I’d already know» (Extreme, More than words, 1990). Es preciso «demostrarte, con hechos, que eres el amor de mi vida» (La Adictiva, El amor de mi vida, 2019). Al menos se require un gesto. Esto también lo pregona la música con la bella poesía del pobre: «te regalo una rosa, / la encontré en el camino; / no sé si está desnuda / o tiene un solo vestido. / No, no lo sé. (…) Te regalo mis manos, / mis párpados caídos, / el beso más profundo / el que se ahoga en un gemido» (Juan Luis Guerra, Bachata rosa, 1990a). En la vida ordinaria se presentan pocas ocasiones de acometer empresas heroicas por otro. Entonces, solo nos queda ofrecer cosas pequeñas, a las que el corazón repleta de significado. «Te regalo un otoño / un día entre abril y junio / un rayo de ilusiones, / un corazón al desnudo», sigue la misma bachata.

Pero como amar es el acto propio de la virtud de la caridad, y esta virtud ha de crecer lo más posible, el ser humano ha de excederse en el amor, en darse. Quien no busca amar más, ama menos. «Amar es dar hasta que duela», decía la madre Teresa de Calcuta. Una canción que representa muy bien este buscar más propio del major amor, es la de Bon Jovi: «If you told me to cry for you, I could. / If you told me to die for you, I would. / Take a look at my face, / there’s no price I won’t pay / to say these words to you» (Always, 1994). All-4-One también cantaba «I’ll give you every thing I can. / I’ll build your dreams with these two hands / We’ll hang some memories on the walls» (I Swear, 1994).

Los escritores se prodigan en este aspecto “excesivo” del amor. Con la pluma es muy fácil regalar lo imposible. Mi canción favorita aquí es la de Jesse & Joy: «Quisiera darte el mundo entero, / la luna, el cielo, el sol y el mar; / regalarte las estrellas / en una caja de cristal. (…) Quisiera ser un super héroe / y protegerte contra el mal, / regalarte la vía láctea / en un plato de cereal. (…) Quisiera hacerte un gran poema / usar el cielo de papel, / tomar las nubes como crema / y hornearte un super pastel / llevarte al espacio sideral» (Espacio sideral, 2006). Quien no tiene intención de hacer esto, en realidad no ama. Quien ama siempre puede cantar «Tú me traes un poco loco, / un poquiti-ti-to loco» (Luis Ángel Gómez Jaramillo & Gael García Bernal, Un poco loco, 2017).

Lo que acabamos de decir resulta sumamente importante para el mendigo, es como su tabla de salvación. ¿Qué hacer cuando uno no vale nada, cuando se carece de todo bien, cuando en nuestra vida no aparecen obras que ofrecer? ¿Puede el misérrimo amar? Entonces solo queda intentar la aventura de Cyrano de Bergerac, la de conquistar el amor a través unos versos sentidos, quizá pronunciados bajo la penumbra del anonimato. ¡Qué poder tienen las palabras! Dichas en el momento correcto, son capaces de estremecer el corazón. Este es el núcleo de la canción de Tracy Chapman: «Sorry / is all that you can’t say (…) But you can say baby, / baby can I hold you tonight, / maybe if I told you the right words, / at the right time you’d be mine» (Tracy Chapman, Baby Can I hold you, 1988). ¿Qué hacer ante nuestras faltas? Pedir perdón, con el mayor arrepentimiento posible. ¿Qué hacer ante nuestros pecados sino rezar? Hay que repetir una y otra vez, de la manera más sincera: «Please believe me, every word I say is true / please forgive me, I can’t stop loving you» (Bryan Adams, Please Forgive Me, 1993). ¡Qué fascinante poder tienen nuestras palabras ante quien nos aprecia! «Que el cielo no es azul / ¡Ay, mi amor! ¡Ay, mi amor! / Que es rojo, dices tú / ¡Ay, mi amor! ¡Ay, mi amor! / Ves todo al revés / ¡Ay, mi amor! ¡Ay, mi amor! / Creo que piensas con los pies» (Luis Ángel Gómez Jaramillo & Gael García Bernal, Un poco loco, 2017). Quien ama, largamente tolera que el otro «piense con los pies» cuando habla de amor.

5. Totalidad

Después de los pronombres personales, los términos que más se repiten en las canciones de amor tienen que ver con la totalidad: “all”, “every”, “nada” y “todo”. La totalidad se predica en varios sentidos: se acepta todo, se da todo, y se aprecia lo recibido como “mi todo”.

Por un lado, se ama a toda la persona, incluso con sus defectos, como vimos. Un verdadero amante puede cantar con Aerosmith I Don’t Want to Miss a Thing (1998): «I could stay awake just to hear you breathing / watch you smile while you are sleeping (…) Don’t want to close my eyes / I don’t want to fall asleep / ‘cause I’d miss you, babe / and I don’t want to miss a thing». Otro recurso que aparece en la música para hablar de esta totalidad es la mención del “primer amor”. Desde luego, quien mantiene su “primer amor”, ese sí que sabe amar, porque ha amado siempre y porque ama a toda la persona en todas las etapas de su vida. Diana Ross y Lionel Richie lo cantan así: «My first love: / you’re every breath that I take, / you’re every step I make» (Endless Love, 1981). Y Ed Sheeran, justamente en Perfect (2017), vuelve sobre la misma idea «‘cause we were just kids when we fell in love». Las mejores canciones de amor no excluyen nada de la otra persona: ni su inteligencia, ni sus defectos, ni el pasado, ni el futuro, ni los hijos que pueden venir a través de ella. Nadie le dice a su amada: solo me gusta tu cuerpo, y solo mientras seas joven. Justamente en la última canción mencionada se destaca lo que decimos: «she shares my dreams, I hope that someday I’ll share her home. / I found a love, to carry more than just my secrets / to carry love, to carry children of our own» (Perfect, 2017).

A la vez, el amor en la música pop exige la entrega total. Darlo todo incluso llega a ser poco para quien ama. «Para tu amor lo tengo todo, / desde mi sangre hasta la esencia de mi ser. / Y para tu amor que es mi tesoro. / Tengo mi vida toda entera a tus pies / y tengo también / un corazón que se muere por dar amor» (Juanes, Para tu amor, 2004). El truco en el amor no es dar mucho o poco, sino darlo todo, arrojar todas nuestras pertenencias en el gazofilacio. «Aunque soy pobre todo esto que te doy / vale más que el dinero porque sí es amor» (Selena, Amor prohibido, 1994).

Finalmente, todo lo recibido se aprecia como el mayor tesoro, como “mi todo”. Frases como estas son muy típicas: «Tú eres sol, tú eres mi todo» (Maná, Eres mi religión, 2002). «You mean the world to me» (Diana Ross and Lionel Richie, Endless Love, 1981). «I had your love I had it all / I’m grateful for each day you gave me» (Celine Dion, Because You Loved Me, 1998). Con frecuencia se expresa la misma idea en negativo: «Y aunque pueda tenerlo todo todo, / nunca hay nada si me faltas tú» (Sie7e, Tengo tu love, 2011). «Eres vida mía / todo lo que tengo: / el mar que me baña, / la luz que me guía, / eres la morada que habito, / y si tú te vas / ya no me queda nada» (Juan Luis Guerra, Si tú te vas, 1985).

6. Eternidad y juventud

Después de las palabras relacionadas con la totalidad, las que más se repiten son “always”, “never” y “siempre”, y junto con los términos relacionados con la existencia (“be”, “as”, “soy”, “eres”, etc.). El amor tiende a prolongar la existencia ad infinitum. Hasta se podría decir que sin infinito no hay amor posible, porque «para tu amor no hay despedidas / para tu amor yo solo tengo eternidad» (Juanes, Para tu amor, 2004). Sin infinito Diana Ross y Lionel Richie no podrían cantar Endless Love (1981), ni Whitney Houston I will always love you (Houston & Parton, 1974), ni Bon Jovi, Always (1994), ni Juanes podría desear «ser eterno junto a ti» (Nada valgo sin tu amor, 2004). Sin infinito, el amor es una piltrafa, el engaño más grande del mundo, la broma más pesada del Creador. Hace falta incorporar al infinito para que el amor no pierda su sustancia. C. S. Lewis lo explicaba de una manera maravillosa: «en el Cielo, supongo yo, un amor que no haya incorporado nunca al Amor en sí mismo sería igualmente irrelevante; porque la sola naturaleza ha sido superada: todo lo que no es eterno queda eternamente envejecido».

El tiempo es la prueba más severa del amor. Por eso las canciones juran amor eterno. «‘Cause I’ll stand beside you through the years / (…) For better or worse, till death do us part, / I’ll love you with every beat of my heart / and I swear» (All-4-One, I Swear, 1994). También se puede decir lo mismo con otras palabras. «Yeah I, will love you, baby / always and I’ll be there, / Forever and a day, always / I’ll be there, till the stars don’t shine» (Bon Jovi, Always, 1994). El tiempo es prueba del amor, porque a lo largo de los años las parejas se enfrentan con sus manías, mal carácter, malos entendidos, bajones de ánimos, y demás defectos. Solo quien ha sabido amar, puede cantar con alegría: «after all this time / you’re still the one I love, mmm, yeah (…) They said, “I bet they’ll never make it”», pero  You’re Still The One (Shania Twain, 2014). Por eso, el amor aspira llegar a la vejez. «When my hair’s all but gone and my memory fades / and the crowds don’t remember my name. / When my hands don’t play the strings the same way, mm / I know you will still love me the same» (Ed Sheeran, Thinking Out Loud, 2014).

El amor es una varita mágica que transforma el tiempo de muchas maneras. Cuando se ama, aunque los relojes sigan frenéticos con su imparable tic-tac, el tiempo mental se detiene. «And when you smile / the whole world stops and stares for a while / ‘cause girl you’re amazing / just the way you are» (Bruno Mars, Just The Way You Are, 2010). En ese “instante” pueden pasar mil años, y siempre se podrá decir: «Our time is short / this is our fate, I’m yours» (Jason Mraz, I’m Yours, 2008). Y si debe partir la persona amada, el tiempo se convierte en agua inaferrable que se escapa de las manos. Entonces se hacen cosas absurdas, como pedir «Reloj no marques las horas / porque voy a enloquecer: / ella se ira para siempre / cuando amanezca otra vez» (Los Tres Caballeros & Cantoral, Reloj no marques las horas, 1957).

Sin amor, el tiempo se transforma en tiempo perdido. A la vez, el amor permite recuperar años gastados en vano. Lo dice Juanes: «vale más un año tardío que un siglo vació, amor. / Quiero pasar más tiempo junto a ti, / recuperar las noches que perdí, / vencer el miedo inmenso de morir / y ser eterno junto a ti» (Nada valgo sin tu amor, 2004). También cabe decirlo de otra forma: «en mi piano a veces triste / la muerte no existe si ella está aquí…» (Marta Sánchez & Andrea Bocelli, Vivo por ella, 1997). El amor tiene por misión la de matar a la muerte. Y no solo a la muerte, sino también al envejecimiento. El corazón amante siempre es joven, aunque la piel esté muy arrugada. «And darling I will be loving you ‘til we’re 70, / and baby my heart could still fall as hard at 23/ ‘Cause honey your soul can never grow old, it’s evergreen» (Ed Sheeran, Thinking Out Loud, 2014).

Los médicos dicen que el amor rejuvenece porque nos hace segregar la melatonina que impide el envejecimiento, aumenta la vitalidad y la autoestima, y nos hace sentirnos con más ganas de vivir y con la sensación de poderlo todo. En realidad el tema es más profundo. El amor nos hace ser una nueva persona, alguien mejor, alguien que hasta ese momento no sabíamos que existía. «Y contigo aprendí / que yo nací el día en que te conocí», decía Armando Manzanero (Contigo aprendí, 1993). Además, quien ama, siempre estrena el amor. «It feels like the first time every time» (Lonestar, Amazed, 1999).

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Nairobi, Mayo 2021

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar