Filosofía del espacio: (II) Significado de las montañas


Este capítulo es un extracto del libro Filosofía explicada con canciones

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Una pregunta revelará quién eres: según tu parecer, ¿son grandes o pequeñas las montañas? A muchos los problemas y contratiempos más pequeños los agobian y destrozan. Poco preparados están para escalar los más altos picos. En cambio, las almas magnánimas repiten sin dudarlo que «ain’t no mountain high enough. / Ain’t no valley low enough. /Ain’t no river wide enough!» (Ain’t no mountain high enough, 1966). A continuación analizamos estas y otras consideraciones sobre las montañas.

Un horizonte recortado por la cordillera

A media vida uno vuelve la mirada a las montañas de su tierra y el alma se llena de nostalgia: ahí estuvieron ellas cuando nacimos, desde lo alto contemplaron pacientes nuestras travesuras y llantos, nuestras protestas de adolescente, nuestros estudios y trabajos. Cada mañana, cuando despuntaba el Sol, las veíamos al despertar: estaban ahí escondidas entre las nubes o posando pacientes frente al telón del cielo azul; a veces cubiertas de nieve, a veces resecas, a veces llenas de color, a veces matizadas de ocres. Nos miraban, las mirábamos.

En sus laderas echamos raíces y llegaron a formar parte de nosotros. Nos alegra verlas, nos orgullecemos de ellas. Townes Van Zandt cantaba con cierta melancolía: «My home is Colorado / with their proud mountains tall / where the rivers like gypsys / down her black canyons fall»[1] (My proud mountains, 1969). ¡Qué poder tiene esta tierra de meterse en nuestro corazón! ¡Se mezcla con alegrías y tristezas de la vida, con los momentos tensos y las risas! Por eso, se enciende la chispa de la ilusión si después de unos años vividos fuera de la patria, esperamos volver a verlas; y si ello no fuera posible, la vista se pierde y el alma se desinfla con un suspiro. Suena entonces aquella triste melodía, «so lend an ear to my singing / cause I’ll be back no more» (My proud mountains, 1969)[2].

Nos miran, las miramos. Los años pasan entre ese cruce de miradas. Desde abajo miramos su grandeza, desde arriba ellas ven una vida modesta. Ya el solo hecho de mirarlas nos eleva, nos ilusiona con grandes empresas humanas, con la desafiante escalada a las más altas cumbres. Miles de metáforas se forjaron en su seno: así, por ejemplo, una canción de Johnny Rivers, titulada justamente Una montaña de amor (1964), recuerda «we used to be a mountain of love»[3].

La montaña refleja bien lo que significa un ideal: la ilusión de alcanzar la cumbre, el miedo de perderse o de no llegar, de caer, de cansarse, de quedarse a medio camino sobre algún pequeño cerro. Canciones como la de Milley Cyrus son muy enfáticas en esto: «there’s a voice inside my head saying / you’ll never reach it», «every move I make feels / lost with no direction»; «there’s always gonna be another mountain» (The climb, 2009)[4]. Todo lo desconocido inspira un cierto temor. «You don’t even know about / wild mountain honey» (The Steve Miller Band, Wild mountain honey, 1976)[5]. Cada montaña encierra su misterio.

En todo caso, uno se da cuenta que hay que mantener la fe y seguir caminando, «keep on moving, keep climbing, keep the faith» (Milley Cryrus, The climb, 2009). Algo nos susurra dentro: ¡hay que animarse a subir, cueste lo que cueste! Roberto Carlos lo expresa así en La montaña (1988): «voy a seguir, una luz en lo alto, voy a oír, una voz que me llama voy a subir, la montaña y estar aún más cerca de Dios y rezar». Pero hay que animarse a emprender el camino con «una muy determinada determinación», con ese coraje de Marvin Gaye y Tammi Terrell: «ain’t no mountain high enough / Ain’t no valley low enough /Ain’t no river wide enough» (Ain’t no mountain high enough, 1966)[6]. Hace falta valentía para acometer la escalada de la montaña, para adentrarse en sus misterios.

No queda más que echarse a andar con todo el coraje que se guarde en el corazón, con la compañía del sol y de nuestra sombra. Para coronar muchas cumbres nevadas los escaladores comienzan el ascenso a las dos o tres de la mañana; así pueden pisar en firme y estar seguros. Saben que a partir del mediodía la nieve comenzará a derretirse y la ladera se convertirá en una resbaladera de la muerte. En ese camino nocturno la Luna y las estrellas son sus compañeras de viaje; son luz que destella en el hielo, belleza que se pisa en cada paso. El escalador debe aprender a cómo caminar a cada hora del día, «learn how to run, by having the stars, the Moon, and the Sun» (Steve Miller, Wild mountain honey, 1976)[7]. Quien ha tenido esa mística experiencia se siente compelido a agradecer al cielo, a cantar «te agradezco Señor que el Sol nació», y a «pedir que las estrellas no paren de brillar» (Roberto Carlos, La montaña, 1988).

Cada montaña de la cordillera y de la vida tiene su belleza y su misterio. Dios no quiso que vivamos en la Pangea, aquel único continente que emergió por el movimiento de las placas tectónicas hace unos 335 millones de años. Dios quiso cinco continentes, todos muy distintos, adornados con flora y fauna diversa, para que haya más belleza en este mundo, y para que darle más sentido a la distancia personal del hombre. De otra manera Richard Marx no podría cantar «oceans apart day after day / and I slowly go insane. / I hear your voice on the line / but it doesn’t stop the pain» (Right here waiting, 1989)[8]. Como cada montaña es distinta, los escaladores planean con lujo de detalles la subida, señalando en el mapa las rutas, puntos y horas de parada, la velocidad que marcará cada tramo, la vía de retorno y los insumos a llevar. Led Zeppelin habla de empacar las maletas y echarse a andar hacia ese desconocido lugar lleno de encantos y secretos. «So I’m packing my bags for the Misty Mountains / where the spirits go now / over the hills where the spirits fly» (Misty mountains, 1971)[9]. Se camina con los pies, se vuela con el alma. Hay que lanzarse con ilusión a alcanzar la cumbre de nuestros sueños, hay que tener coraje y valentía para emprender el camino; hace falta una gran constancia y fortaleza para no quedarnos en una cumbrecilla, tanto como astucia para descifrar los misterios de cada risco. Solo quien corona la montaña la puede descifrar. Desde la cima el mundo queda a los pies, se lo ha dominado, y la vista queda libre para otear en 360 grados el horizonte. El alma se expande en el cielo. Se alcanza la libertad. Hemos alcanzado el Top of the world (1974) del que hablaba Carpenters: «not a cloud in the sky, got the sun in my eyes / and I won’t be surprised if it’s a dream (…) I’m on the top of the world lookin’ down on creation / and the only explanation I can find / is the love that I’ve found, ever since you’ve been around; / Your love’s put me at the top of the world»[10]. Como se ve, las más altas metas solo se conquistan con amor; pero de esto ya hablaremos en otra ocasión.

Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba

Nairobi, 18 de abril de 2021


[1] «Mi hogar es Colorado / con sus altas montañas orgullosas / donde los ríos como gitanos / caen por sus negros cañones».

[2] «Así que presta oído a mi canto / porque no volveré más».

[3] «Solíamos ser una montaña de amor»

[4] «Hay una voz dentro de mi cabeza que dice / “nunca lo alcanzarás”»; «cada movimiento que hago se siente / perdido sin dirección»; «Siempre habrá otra montaña».

[5] «Ni siquiera conoces acerca de / la miel de montaña salvaje».

[6] «No hay montaña lo suficientemente alta. / No hay valle lo suficientemente bajo. / ¡No hay río lo suficientemente ancho!».

[7] «Aprende a correr teniendo las estrellas, la Luna y el Sol».

[8] «Los océanos nos separan día tras día / y poco a poco esto me pone mal. / Escucho tu voz por el teléfono / pero ello no detiene el dolor».

[9] «Así que estoy haciendo las maletas para las Montañas Nubladas / donde los espíritus van ahora / sobre las colinas donde vuelan los espíritus».

[10] «Ni una nube en el cielo, tengo el sol en los ojos / y no me sorprendería si esto fuera un sueño (…) Estoy en la cima del mundo mirando hacia abajo a la creación / y la única explicación que puedo encuentra / es el amor que he encontrado, desde que estás cerca; / tú amor me ha puesto en la cima del mundo».

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

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