El arte de aprovecharnos de los defectos al escribir

Extracto del libro Juegos de pluma (2015)

— Juan Carlos Riofrío Martínez-Villalba.




La literatura hoy experimenta las cosas más locas y disparatadas. Lo que antes era considerado como una fea y censurable falta ortográfica, sintáctica o de vocabulario, hoy en ciertos contextos se lee con agrado. Se busca renovar la escritura y se experimentan hasta las “deficiencias”, omisiones premeditadas para causar efecto. Pueden faltar signos de puntuación, adjetivos, verbos, divisores, ilación de ideas… Esta difícil técnica exige conocer bien los defectos y luego, premeditadamente, usarlos cuando convenga, pensando bien cuándo sacarle partido. Aquí ofrecemos algunos ejemplos.


Una vida sin pausas (sin puntuación)

Un tropel de recuerdos arrollaba la mente de Alberto donde se acumulaban sin solución de continuidad la memoria de su esposa Amanda bailando en la fiesta de graduación del colegio y luego celebrando el final de la universidad cuando sonaba la música nupcial de Felix Mendelssohn junto a imágenes suyas vestida de blanco besándolo a él en la Iglesia y junto a otras muchas escenas del nacimiento de su primera y única hija de ojos negros que luego daba su primer gemido y más tarde decía aquella primera palabra tan añorada de papá y no de mamá y que tanto le habían golpeado en aquellos tiempos pero que ahora golpeaban aún más hasta las lágrimas al ver que todo eso se le iba frente a sí cuando Amanda le había pedido el divorcio expresado su deseo de terminar todo ese poema de rosadas nubes que él se había formado en lo alto del firmamento cuando la realidad de la tierra era muy distinta durante todos esos años en los que Alberto había cifrado alma corazón y vida en conducir su pequeño taxi para ganar lo justo para vivir y para poder ahorrar alguno que otro dólar de más a fin de que sus dos amadas gozaran de algún modesto número de comodidades que les habían sacado algunas pequeñas risas a ellas pero que también le había robado la vida a Alberto llevándose a una tierra sin retorno todos aquellos instantes felices al que todo ser humano está llamado por el simple y llano hecho de que su vida era un frenesí de trabajo sin comas puntos o puntos y coma o si acaso puntos suspensivos que pusieran una breve pausa para darse cuenta advertir notar o percatarse de que hay que cuidar lo que realmente importa aunque esto fácilmente se olvida pues el hombre bruto imbécil tarado rudo tosco necio obtuso torpe desmañado aturdido y lerdo que entonces se sentía recién se había enterado que por mirar con contemplaciones durante tantos años a un ridículo carro color amarillo de horrible letrero taxista no había puesto pausas en su vida y ahora Amada quería ponerle un punto final

Gala lunar (sin preposiciones)

Estrellas centellantes, chispas nocturnas,

ataviado séquito lunar girando alto:

Luna bella, Luna mía…

¡Oh Luna, oh majestad!

Tiempo pides, tiempo das.

Viéndote impasiblemente alta

nos sentimos diminutamente bajos.

Luna bella, Luna mía…

¡Oh Luna, oh majestad!

¡Qué pareja! (sin adjetivos, ni verbos)

Miguel y Satanás, Adán y Eva, José y María, María y Jesús. David y Goliat, Caligula y su caballo. Paris y Helena de Troya, Ulises y Penélope, Marco Antonio y Cleopatra, Juana la Loca y Felipe el Hermoso.

Dulcinea y Don Quijote, Don Quijote y Sancho Panza, Otelo y Desdémona, Calisto y Melibea, Cyrano de Bergerac y Roxane, Dante y Beatriz, Don Juan Tenorio y Doña Inés, Hamlet y Ofelia.

Tarzán y Chita, Batman y Robin, Clark Kent y Louis Lane, Peter Parker y Mary Jane Watson, Holmes y Watson, Romeo y Julieta, Doña Florinda y el Profesor Jirafales, Homero y Morticia Adams, el Gordo y el Flaco, Mr. Bean y su osito de peluche. Mortadelo y Filemón, Asterix y Obleix, Lorenzo y Pepita. Harry Potter y Lord Voldemort, Chip y Dale, Bart y Homero Simpsom, Garfield y Jon Arbuckle, Pinky y Cerebro, Oliver y Benji, Zipi y Zape, Tom y Jerry, Yogui y Bubu, Vilma y Pedro Picapiedra, Mickey y Minnie, Donald y Daisy, la Bella y la Bestia.

Unos para el bien, otros para el mal.

La pelea (sólo verbos)

Corro, vuelo, arranco,

cantando, gritando, delirando.

Lucho, peleo, ataco,

conquistando, creciendo, triunfando.

Jugamos fastidiándonos,

guerreamos disfrutando;

vivimos muriendo,

morimos gozando.

La marcha sobre el agua (sin verbos conjugados)

Pasos, lentos,

rápidos y más rápidos luego.

En el río de estos hombres;

sangre y agua, agua y sangre.

El fusil en una mano y en la otra una bandera.

Enemigos por doquier:

bajo el agua, en el aire, sobre tierra

y en la misma piel.

¿La lucha contra quién?

¿Cómo?, y, ¿por qué?

Vida de muchos,

juego de pocos.

Pequeña y apreciada vida,

en espera de su muerte…

¿Meta o lamentable suerte?

¿Razón de vivir, o amarga realidad?

La marcha sobre el agua:

contra el yo la guerra

y contra el tú la pelea;

el costo de la Libertad.

Una bandera en lo alto,

ondulada por el viento.

Una bala en el aire,

un cuerpo en el empedrado,

un fusil sin soldado.

En el piso un asta empolvada,

con su bandera destrozada.

El final para unos,

el comienzo para otros,

¿O acaso al revés?

Publicado por Juan Carlos Riofrío

Jurista, filósofo, escritor, descendiente lejano del primer novelista ecuatoriano, Miguel Riofrío. Abogado, autor de trece libros, y profesor de derecho en varios países del mundo.

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